Carlos Martínez Escalona/ Fenómeno Jubilar

AutorCarlos Martínez Escalona

Para todos los católicos del mundo los días de la Navidad y el Año Nuevo tienen un sentido especial. Pero este año, más que otros. La clausura del año jubilar de la Iglesia católica ha sido -para mí- un fenómeno de dimensiones respetables. Por una parte, la fuerza de las palabras de Juan Pablo II al dirigirse a todo el mundo en su carta de ayer. Lo hace recordando todo lo que sucedió a lo largo de este año, que ha pasado tan rápido. Recordando la importancia de lo que inició este año jubilar: la conversión de los mismos católicos.

Pensando un poco en esa idea, no es poco. Es algo tan radical como estas palabras que ayer dirigía Su Santidad a la juventud del mundo: "Por eso, vibrando con su entusiasmo, no dudé en pedirles una opción radical de fe y de vida, señalándoles una tarea estupenda: la de hacerse 'centinelas de la mañana' en esta aurora del nuevo milenio". A mí me sorprendió la respuesta de millares de personas en estos últimos días anteriores al 5 de enero: largas y pacientes colas para confesar. Muchos. De todos tipos, colores, condiciones y edades. Tal vez, muchos también, que hacía años que no se acercaban a un templo. Y esto me hacía pensar en dos cosas: cuánta necesidad hay de ser escuchados por Dios y cómo hacen falta sacerdotes que quieran sentarse a confesar.

Es raro que alguien con un poco de sentido común no se encuentre con Dios en su camino por la vida. Por cualquier circunstancia: o porque le encuentra como le encuentra cualquier hombre, naturalmente, o por el camino difícil, cuando ha de enfrentar la adversidad. Tarde o temprano, nos damos de narices con Dios. Con un Dios que es como la mano que se estira para ayudarnos cuando lo necesitamos. Es el camino más común. Y, tal vez por eso mismo, por ser tan común y no tener más complicaciones que las de estirar la mano, los hombres -en especial los varones- recordamos nuestros orígenes hasta que nos llega el agua al cuello.

Este fenómeno de las confesiones de los primeros días del 2001 no deja de ser una muestra clara de la vitalidad de la Iglesia, que ya tiene un rato rodando sobre la tierra y no parece que vaya a dejar de hacerlo nunca. Miles de hombres y mujeres, niños, ancianos, ricos y pobres, acudieron a confesarse. Y millones más a lo largo del año entraron en los templos designados para ganar el Jubileo con gran entusiasmo.

La...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR