EN EL DEBATE / Puente Grande

Ignacio Salazar

El actual sistema penitenciario que rige en Jalisco data de finales de los años 70, cuando se promulga la Ley de Ejecución de Penas Privativas y Restrictivas de la Libertad del Estado, y se construyen los centros de reclusión en Puente Grande, en sustitución de la tristemente mal recordada "Penal de Oblatos".

Se albergaban grandes esperanzas respecto a que estos nuevos modelos penitenciarios vendrían a solucionar de una vez y para siempre los problemas inherentes a cualquier centro privativo de la libertad. Cuarenta años después, de nueva cuenta encontramos reclusorios saturados, problemas de control institucional, autogobiernos, carencia de espacios educativos, falta de fuentes de empleo, insuficientes espacios deportivos.

El problema de los reclusorios es un grave asunto de inseguridad pública que debe de ser tratado en forma global por quienes forman parte del sistema penal, ya que lo que suceda dentro de ellos se reflejará tarde que temprano en los índices de criminalidad en las ciudades; es decir, si los reclusorios cumplen con su cometido de reinserción del sentenciado para que no vuelva a delinquir, tal y como lo señala el artículo 18 Constitucional, tendremos la plena confianza que están cumpliendo con su cometido; pero: ¿cómo lograr reinsertar al sentenciado si no existen las condiciones mínimas necesarias para ello?

El principal y más grave problema es la sobrepoblación; es sumamente complejo atender, vigilar, custodiar, alimentar a una población de procesados y sentenciados que rebasan por mucho la capacidad de recursos humanos y de infraestructura con que cuentan los reclusorios; agregándole que, en ocasiones, el personal responsable de los mismos no tiene la vocación ni la experiencia que le permita dirigir con acierto este tipo de instituciones, y ello se presta para permitir conductas inadecuadas dentro de los centros de reclusión, como sería el caso del llamado autogobierno.

En casi todos los Estados existe un solo reclusorio para procesados, y si bien cuando llegan se les clasifica de acuerdo a su edad, delito imputado, educación, etcétera, para destinarlo a un dormitorio con sus iguales; en la práctica acontece que ese lugar es únicamente para dormir, ya que todos ocupan áreas comunes destinadas a la población en general, donde se juntan primodelincuentes con delincuentes habituales, permitiendo así la trasmisión de conductas antisociales y delictivas.

¿Podría considerarse que ha fracasado el actual sistema...

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