Sin edad definida

AutorAlina Midori Hernández

La línea que los separaba de los adultos se ha borrado, y los adolescentes se rehúsan a crecer.

A la FIL Niños llegan quienes se dicen adultos porque ya usan tacones, o tienen barba y bigote. En la fila para entrar al foro de espectáculos hay una mayoría que superó la pubertad hace mucho tiempo, pero ellos quieren reír hasta las lágrimas por los chistes de un grupo de muñecos afelpados. Basta ver cuántas cabezas grises se enfilaron para ver al elenco chileno de "31 Minutos". Son, cuando menos, una docena de niños escondidos en cuerpos de gente mayor.

La fila, que corta el pasillo de editoriales en dos, es más extensa que el lugar, y quienes están formados respiran una ansiedad colectiva porque Tulio Triviño es un rockstar que no están dispuestos a perderse. Tampoco su libro.

Además de los cuentos infantiles, en la oferta de las editoriales hay textos para niños en transición, jóvenes que están por abandonar el barco de FIL Niños para migrar quizás al pabellón internacional o encontrar una novela negra en algún stand para gente madura.

También hay niños que parecen más adultos, caminan cabizbajos y enganchados a sus smart-phones mientras sus papás se conforman con ser observadores de los talleres. Muchos mayores parecen suspirar porque ya no tienen el tamaño para las sillitas.

"El día que venimos es para ella, luego tenemos que venir para nosotros. No podemos más, sí nos cansa", admiten Hugo Bravo y su esposa que acompañan a su hija en el área infantil.

Ellos ya tienen canas y los han envuelto algunas arrugas, pero no se...

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