'Eel Jazz era la vida'

AutorMarie-Noëlle Tranchant y Jean-Luc Wachtahausen

Con Sweet and Lowdown, película por estrenarse en México, Woody Allen filma la biografía imaginaria de un guitarrista de los años 30, Emmet Ray, para retratar la época de esplendor del jazz.

¿Cómo imaginó al personaje de Emmet Ray, este extraño y xcéntrico guitarrista de jazz que nunca existió?

Como ustedes saben, soy músico y fan del jazz desde siempre. A través de los años, he leído muchísimos libros y biografías sobre los hombres que le han dedicado su vida. Así que, reuniendo anécdotas y rumores, escribí una especie de historia condensada de las vidas de Jelly Roll Morton, King Oliver y Django Reinhardt.

Uno pensaría también en un gran guitarrista de los años 30, Charlie Christian...

Por supuesto, y también en otro gran guitarrista de los 50, Wes Montgomery. Sin embargo, para mí la referencia es Django Reinhardt. Él sigue siendo el número uno y ciertamente el más interesante, el más poético. Lo admiro, así que tenía muchas ganas de contar su historia. Además, me encanta este periodo de los años 30. Esta película es de algún modo mi homenaje a Django y a su música, aunque también es un filme de amor, claro.

¿Quería poner en escena a un personaje absolutamente imaginario? Inventar un personaje me permite controlarlo, controlar su historia. Django tuvo una vida apasionante y yo hubiera podido utilizarla, pero no habría tenido la misma libertad para incluir mis propias ideas, mis sentimientos. Es por eso que preferí un personaje imaginario.

Emmet Ray parece, sin embargo, más r al que nunca cuando dice sin cesar que no tiene más que un solo rival en el mundo: Django...

Afortunadamente, uno le cree a este personaje porque ¡es totalmente creíble! Y, bueno, tenía que serlo, porque todo se basa en historias verdaderas que se convirtieron en otras. Para darle la apariencia de alguien que realmente existió, en la película interrogo a gente como el crítico de jazz Nat Hentoff, el guionista y realizador Doug McGrath y a mí mismo.

Justamente lo que ya había hecho notablemente en Zelig, mezclar lo real con lo imaginario.

Es cierto que algunas historias se prestan más a este tipo de tratamiento que otras. Zelig, por supuesto, pero ya en uno de mis primeros filmes, Toma el Dinero y Corre, hacía un poco la misma cosa. Sweet and Lowdown, por ejemplo, se desarrolla durante un periodo largo y en diferentes lugares: Nueva York, California, Chicago; de hecho hacía falta, justamente por el rodeo que hacen las personas interrogadas, ensamblar todos estos...

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