Enrique Krauze / Zonas neurálgicas

AutorEnrique Krauze

Para Daniel

Hace unas semanas acudí a Bogotá (ciudad pujante, cortés e industriosa, a pesar del drama cotidiano que la circunda) para participar en un Seminario Internacional sobre "Las amenazas a la democracia en América Latina: Terrorismo, debilidad del Estado de derecho y neopopulismo". Lo organizó la Fundación Internacional para la Libertad, presidida por Mario Vargas Llosa, cuya misión es influir en la agenda mundial (en particular en la latinoamericana) para promover los valores de la democracia, el Estado de derecho, la sociedad abierta y la paz. Fue un curso intensivo sobre las enfermedades políticas y morales de nuestro continente. No me refiero sólo a la pobreza, sino a la causa principal que, en el fondo, la provoca y reproduce: nuestra incapacidad, por lo visto congénita, para darnos buenos gobiernos. En el panorama actual, esa condición tiene al menos tres manifestaciones neurálgicas: el rebrote del mesianismo indigenista en la zona andina, el terrorismo narcoguerrillero en Colombia, y el neopopulismo chavista -que amenaza con hundir irremediablemente a Venezuela y sentar con ello un precedente terrible para toda la región. De los apuntes que tomé, como un ávido estudiante a la escucha de personas que hablaban, no desde la teoría, sino desde la dura experiencia (había políticos en funciones, ministros sin cartera, ex guerrilleros conversos, ex secuestrados, expertos en inteligencia, escritores comprometidos, reporteros de guerra y sólidos académicos), desprendo al vuelo algunas reflexiones.

Hay una correlación evidente entre el indigenismo y la composición demográfica en nuestros países. Bolivia es un país agraviado y precario, donde el mestizaje étnico y cultural fue muy limitado, y por ello conserva hasta ahora una sustancial mayoría indígena. Abandonados a su suerte por Estados Unidos (que sin embargo les exige acabar con los plantíos de coca, que son el sustento de millones), los campesinos bolivianos se precipitan en la desesperación histórica, y son presa natural de los demagogos como Evo Morales y Felipe Quispe. Morales, de 43 años, cabeza del Movimiento al Socialismo (MAS), profesa la "ideología de la furia" y ha declarado que querría ver a Latinoamérica convertida en un nuevo Vietnam. Su adversario, el viejo Quispe, que se hace llamar Mallku ("Cóndor" y "Jefe"), predica una vuelta al Collasuyo (nombre inca de la zona boliviana), quiere polpotizar Bolivia, "eliminar a los empresarios" y erradicar el uso de los zapatos. Al predicar un regreso imposible a los orígenes míticos, ambos bloquean las pocas salidas de racionalidad económica que le quedan a su...

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