Federico Reyes Heroles / Vacuna

AutorFederico Reyes Heroles

"El optimista ve una oportunidad en cada calamidad; el pesimista ve una calamidad en cada oportunidad".

Anónimo

Optimismo o pesimismo, cada quien encuentra razones. Al final los dos senderos están plagados de subjetividad. Tenemos el derecho de navegar por la vida con velámenes diferentes, incluso a cambiar de velamen. Hay pesimistas sistemáticos, asumidos como tales, que comprenden los límites de su lectura de la vida. Lo mismo ocurre con los optimistas confesos. Cada quien que haga con su vida lo que quiera. El problema con este oficio, con la enorme responsabilidad de tener foro, es que somos los primeros obligados a pararnos frente al espejo. De nosotros se exige y con razón no ser rehenes de nuestras pasiones o estados de ánimo.

Un medio no puede ser por definición optimista o pesimista. El lector demanda nuestro mayor esfuerzo por acercarnos a ese limbo, a ese territorio de la conciencia que denominamos objetividad. Santiago Genovés, el brillante antropólogo y aventurero, ha afirmado que la objetividad es un invento de la subjetividad humana. ¡Viva el ilustre invento! La objetividad total no existe, pero imaginemos si nuestra intención cada vez que nos sentamos frente al teclado fuera huir de esa sana invención. Si la objetividad nos parece resbalosa pensemos en otro riesgo. Todos los que nos dedicamos al complejo oficio de informar y analizar, estamos obligados a poner en duda los hechos de los que se nos informa. Tenemos el mandato ético de comprobar lo que se nos dice y lo que aseveramos. Pero ¿debemos ser escépticos? Tenemos todo el derecho a expresar nuestro escepticismo sobre un anuncio oficial y por supuesto sobre los múltiples lances de los políticos que, incansables, quieren convencernos de sus locuras o mentiras. Ocurre todos los días. Quizá por ello el riesgo es mayor. La mula no era arisca...

El problema es volverse un escéptico sistemático. ¿Tenemos derecho a sembrar escepticismo a diestra y siniestra? En ese momento cancelamos al lector de entrada la duda razonable de que las cosas funcionen. Caemos en lo que Montaigne llamaba la dulce almohada del escepticismo. Ser escéptico es muy cómodo, siempre tiene uno la oportunidad de volver el rostro y decir se los dije. Pero también tiene uno la obligación de corregir cuando las cosas de las que dudamos prosperan. A dónde voy con todo esto. En una situación de crisis es muy fácil caer en una actitud de escepticismo irracional. Los nubarrones que vemos venir pueden llevarnos a...

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