Felipe Díaz Garza/ Todo lo que brilla es oro

AutorFelipe Díaz Garza

El Departamento de Estado de los Estados Unidos dio a conocer muy recientemente su reporte anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, que destacó la persistencia de prácticas de tortura en México, pese a la esperanza democrática que representa la llegada al poder de Vicente Fox. El reporte revela que efectivos de la Policía y del Ejército mexicano siguen torturando prisioneros para obtener información.

La grave acusación que la Cancillería norteamericana enderezó contra los sectores militar y policiaco de nuestro Gobierno, coincidió con otra denuncia tan grave como la que le acabo de referir. Amnistía Internacional divulgó información aparentemente irrefutable en el sentido de que México es el comprador extranjero número uno en Estados Unidos, nada menos que en el renglón de instrumentos y equipos que comúnmente se utilizan para torturar prisioneros.

Amnistía reportó que, en los últimos tres años, México fue el mayor comprador mundial de sujetadores de piernas, grilletes, esposas, cascos y camisas de fuerza y el segundo de picanas eléctricas y macanas de descarga. Entre 1997 y 2000, las adquisiciones mexicanas de tales instrumentos ascendieron a más de 15 millones de dólares, según las licencias aprobadas por el Departamento de Comercio de los Estados Unidos. Ese país, de acuerdo con lo informado por Amnistía, es el principal distribuidor y exportador de los dichosos equipos de tortura.

La agencia gubernamental norteamericana del ramo comercial permite licenciado el tráfico de estos aparatos bajo la categoría de "equipos para el control del delito". No obstante, un vocero de Amnistía Internacional dijo que sus colegas están muy preocupados por el monto de las compras mexicanas de equipo de tortura, que es demasiado alarmante como para dedicarlo al control del crimen. Es importante recalcar que muchos de los instrumentos de tortura comprados en Estados Unidos e importados por México son ilegales allá, y algunos de ellos, según AI, son intrínsecamente crueles.

El informe hecho público por Amnistía no especifica si el equipo fue comprado e importado por ciudadanos particulares o por el Gobierno mexicano, ni tampoco si fue empleado legítimamente, ni si se utilizó en sesiones de tortura, ni si fue revendido a terceros países. Pero las omisiones de la revelación de AI son cubiertas por la del Departamento de Estado, que sí acusa específicamente a la Policía y al Ejército mexicanos de practicar la tortura como medio de...

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