Meridiano/ El fondo del Fondo

AutorDavid Peñalfaro

Muchas de las instituciones internacionales que se crearon después de la Segunda Guerra Mundial están haciéndose obsoletas con el paso de los años. Lo que a mitad de los años cuarenta parecían las grandes ideas que llevarían al planeta de la mano hacia el éxito y al progreso, hoy parecen organismos burocráticos que se aferran a la vida más por su tradición que por sus logros.

La Organización de las Naciones Unidas, por ejemplo, es hoy por hoy un dinosaurio multinacional que carga en sus espaldas a miles de burócratas con pasaporte diplomático que pasean los domingos en Central Park. Los mandatos de esta organización no son obedecidos por nadie; los conflictos internacionales nacen, crecen se reproducen y mueren ante el pasmo y la sorpresa de este organismo; su famoso Consejo de Seguridad, comandado por los cinco grandes (después de la Guerra), ¡con derecho a veto!, ha entorpecido el andar de la ONU casi permanentemente.

Otro ejemplo de estos tiranosaurios globalizados, y al cual me quiero referir más ampliamente hoy, es el Fondo Monetario Internacional. Aquel organismo que presta dinero a los países necesitados para ayudarlos a salvar las crisis financieras. En México lo conocemos bien porque es de las organizaciones que nos han permitido hacer crecer nuestra abultada deuda externa y porque, en varias ocasiones, nos ha dado indicaciones precisas de cómo manejar nuestra economía. Pero antes de continuar y llegar a conclusiones incómodas, hagamos un poco de historia. El Fondo Monetario Internacional fue creado en el marco de la Conferencia de Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos, que se celebró en julio de 1944. Sin embargo, no comenzó sus operaciones sino hasta 1947. Ahora bien, el FMI fue creado, según sus estatutos, para promover la cooperación internacional, para facilitar la expansión y el crecimiento balanceado del comercio internacional, para promover la estabilidad cambiaria, para ayudar en el establecimiento de un sistema de pagos multilateral para proveer, a sus miembros con dificultades en sus balanzas de pagos, recursos temporales (con algunas salvaguardas), y para acortar y hacer más leve el grado de desequilibrio de la balanza de pagos de sus miembros.

Dicen que del plato a la boca se cae la sopa, o que de la misión a los hechos se tergiversan los hechos. En muchas ocasiones el FMI deambula en el mundo tratándose de ceñir en la frente una auréola de ángel benefactor; sin embargo, dista mucho de ello. En primer lugar por...

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