Guadalupe Loaeza / 'El monstruo se ha escapado'

AutorGuadalupe Loaeza

La huida del Chapo me evocó, toda proporción guardada, dos evasiones de dos "monstruos" franceses. La primera se trata de Napoleón hace doscientos años, de la Isla de Elba. La segunda es del mariscal Bazaine, prisionero en la Isla de Santa Margarita por traición a Francia.

El historiador español Luis Reyes nos narra en un espléndido texto (Tiempo, 31/03/2010) cómo se escapó el emperador a principios de marzo de 1815, después de haber abdicado en Fontainebleau. A pesar de que hizo todo lo posible por dejarle la corona a su hijo, el Aguilucho, los aliados, encabezados por el zar y el rey de Prusia no lo permitieron. "Ofrecieron a Napoleón conservar el tratamiento imperial y ser soberano de un miniestado, la isla de Elba, entre Italia y su lugar de nacimiento, Córcega". A pesar de que se había hecho de muchos amigos, Napoleón ya no aguantaba ni un día más en la Isla de Elba. Manda pintar su barco Inconstant, que era amarillo y gris, en negro y blanco para burlar la vigilancia de los buques ingleses. Desembarcó en Golfe-Juan entre Cannes y Antibes. "En cuanto salió la luna, a las 11 de la noche, inició una marcha nocturna hacia el interior. '¡París o la muerte!', habían gritado sus viejos granaderos al conocer sus intenciones...". Cuando pasaron por Grasse, salieron todos del pueblo, gritando "¡Viva el emperador!". Uno de sus mariscales preferidos que habían traicionado a Napoleón, al enterarse de su evasión, le declara al rey Luis XVIII: "Le prometo a su Majestad regresarle el monstruo a París en una jaula de hierro". En seguida empezó la etapa llamada de los "Cien días" que culmina con Waterloo.

Otro "monstruo" que se escapó de la prisión, dejando a sus celadores como idiotas, fue el mariscal Achille Bazaine. En su caso fue gracias a su esposa, Pepita de la Peña y Azcárate. Por la mañana del 9 de agosto de 1874, el prisionero Bazaine, "el derrotado de Metz", el "traidor a la patria", como muchos le llamaban, se fugó. ¿Cómo le hizo? Bajó los 23 metros de altura que tenía el Fuerte, donde se hallaba prisionero, por una cuerda con nudos que su mujer le aventó. Para ello, el mariscal tuvo que sortear, sin matarse, las rocas del acantilado y el mar picado de esa noche de verano.

Ese día la mariscala se embarcó con su sobrino Antonio, en una barquita. Se quitó el impermeable para que en medio de las tinieblas brillara su vestido blanco de lino. Era de estilo marinero, con botonadura de concha nácar. Esa noche el oleaje no les permitía avanzar...

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