José Woldenberg / Violencia e indefensión

AutorJosé Woldenberg

Una ficción lúgubre alejada mil kilómetros de las fórmulas del melodrama, ese género que subraya las emociones hasta el paroxismo, es Heli la película de Amat Escalante. El lenguaje contenido, frío, distante, (más los largos planos-secuencias), construye un universo cerrado, sin escapes, que ilustra una historia de muerte y destrucción.

Heli es un obrero joven que vive con su mujer y su hijo pequeño en la casa paterna. Su padre, también obrero -¿viudo?, ¿abandonado?- y su hermana (Estela) de 12 años completan el círculo familiar. Rutina, inercia, carencia de horizonte, tiñen la vida y relaciones de todos ellos. Algo, sin embargo sabemos, acabó con ese estado de indolencia petrificada. El relato se inicia con una escalofriante secuencia que va de la presentación de dos jóvenes amarrados, amordazados y madreados, tirados sobre el piso de una camioneta pick up y la bota que descansa sobre el rostro de uno de ellos, hasta que a uno, en operación relámpago, lo cuelgan de un puente peatonal. La película develará los antecedentes de ese acto de sevicia y sus derivaciones.

El disparador de la tragedia es una mezcla de sueño infantil y estupidez machista, en el marco de una sociedad penetrada por las rutinas del tráfico de drogas y su combate. El novio de Estela, un cadete que se prepara para convertirse en soldado, tiene la "brillante" idea de robar unos paquetes de coca que le servirán para escapar con su pareja hacia otro mundo (Zacatecas). Ella, una niña, soñadora, ingenua, da por bueno el proyecto descabellado. A partir de ese momento la vida se convertirá en una implacable y tenaz trituradora.

La ficción quiere alcanzar la contundencia y la crudeza del documental. Para ello prescinde de todo maquillaje sobre eso que llamamos realidad. Nada de edulcorar, modelar o enriquecer los paisajes, los diálogos, los personajes. El trabajo es cansado, opresivo, enajenante; las relaciones familiares rutinarias, insípidas, tensas; las conversaciones parcas, superficiales, huecas. Se instala una especie de sin sentido en el día a día que es el que marca el paso de las horas, los meses, los años. No hay moraleja, solo tragedia. Unas fuerzas infinitamente superiores a las de la frágil familia desatarán una venganza bestial.

Los actores, al parecer, no lo son. Sus presencias remiten a nuestros semejantes, no a esas figuras por encima del resto de los mortales que suelen ser los actores famosos. No irradian esa aura de sofisticación y encanto que Hollywood...

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