Desde mi Ladera/ Una leyenda en la medicina

AutorJuan López

El señor doctor don Mario Rivas Souza, cada día que transcurre se convierte más y más en una auténtica leyenda, por lo que es y por como es; tanto ha llegado a leyenda, que hasta un edificio público lleva ya su ilustre nombre.

Tanto ha llegado a leyenda, que innumerables generaciones de médicos y de abogados le llaman MAESTRO; tanto ha llegado a leyenda, que su autoridad se cita como tal, esto es, como argumento definitivo por quien o por quienes tratan de necros y de necropsias, de quién mató a quién y de cómo mataron al que mataron.

El señor doctor, autor de un texto sobre muertos y enterramientos, sobre cuchilladas y envenenamientos, sobre suicidios y sobre homicidios, es toda una autoridad cuando habla y cuando deja de hablar.

Don Mario tuvo a bien recibirnos para entablar una PLATICA, de esas PLATICAS largas y tendidas en las que salen a relucir, con pelos y señales, amigos y no tanto, de quienes se conoce hasta su quinta ascendente generación; PLATICA cordial rociada de manzanas, de guayabas y de uvas; PLATICA realizada precisamente en el comedor de la casa de don Mario Rivas Souza.

El gozo de la vida

Don Mario se da el gran lujo de vivir en una espaciosa casa, de las que tienen jardín, qué digo jardín, tienen latifundio para que corran y brinquen los nietos, casas de las que tienen alberca, para que en ella naden los hijos y los hijos de sus hijos, casas de las que tienen flores y más flores y árboles frutales de toda condición; en pocas palabras, la casa de don Mario es un pequeño paraíso terrenal, apenas situada en las goteras de esta acromegálica Guadalajara.

El dueño de esa casa la disfruta a plenitud, pues, si no tiene alguna comida de compromiso o con sus muy amigos, como la de los miércoles con los señores licenciados don Enrique Romero González, don Salvador y don Teodoro Gutiérrez García, don Ricardo Dueñas, don Andrés Jarero y otros más.

Don Mario goza su jardín, hace ejercicio en su gimnasio, en el que hay aparatos de todo y para todo o nada en la piscina el tiempo suficiente para olvidar al último muerto o la última declaración en torno a la muerte del señor Cardenal Arzobispo de Guadalajara, don Juan Jesús Posadas Ocampo.

Sentados a la mesa de su comedor principiamos la PLATICA en un ambiente coloquial y distendido; como es lógico, no se hizo esperar la confesión de que nació el 10 de mayo del cercano año de 1926, en el corazón mismo de Guadalajara; que sus señores padres fueron el muy rico hacendado don Jesús Rivas Cuervo y doña María Souza Zarabia, ambos originarios de la tierra tapatía.

Dato curioso, entre el primer hermano de don Mario y don Mario hay una diferencia como de cincuenta años, sí, medio siglo de distancia les separa, pues, sucedió que su señor padre se casó, por todas las de la ley y por las tres leyes, con tres diferentes señoras, siendo como fue la tercera esposa, la señora Souza, la madre de don Mario; los primeros medios hermanos se apellidan Rivas Remus y los segundos Rivas Salmón.

Recuerdos del porvenir

Don Jesús Rivas Cuervo era uno de...

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