Entrevista / Jesús Mario Rivas Souza / Emérito, decano y pionero

AutorPedro Mellado

La hacienda de su abuelo, Amado Rivas Cuervo, le heredó nombre y apellido a un poblado del Municipio de La Barca, donde vivió una infancia feliz bajo la guía de su padre, Jesús, y cobijado por el amor de su madre, María del Carmen Souza.

En San Antonio de los Rivas disfrutó muchos periodos de vacaciones, mientras crecía y estudiaba en la capital tapatía, donde escribió su propia historia, que le llevó a ser maestro emérito de la Universidad de Guadalajara (UdeG) y pionero de la medicina forense en Jalisco y el País.

Dice, satisfecho, que en los más recientes 59 años jamás se ha alejado de la institución que le dio abrigo como estudiante, maestro e investigador. Varias generaciones de abogados y médicos han pasado por sus manos.

Recuerda como rectores excepcionales de la UdeG a Luis Farah Mata (1947-1949), Jorge Matute Remus (1949-1953) y Roberto Mendiola Orta (1959-1965), quienes, advierte, eran verdaderos señores que le daban lustre a la institución y educación.

Como médico forense es toda una celebridad y entre los casos más relevantes que ha atendido recuerda las autopsias del primer jefe político de la UdeG, Carlos Ramírez Ladewig; del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo; del ex Procurador Leobardo Larios Guzmán, y la triste experiencia de los 208 muertos que tuvo que contar luego de las explosiones del miércoles 22 de abril de 1992.

A sus 86 años, es actualmente el decano de los médicos forenses de todo el País, se mantiene activo y despacha en su modesta oficina de Belén 636, a un costado del Hospital Civil Viejo, donde ha trabajado ininterrumpidamente durante casi seis décadas.

Jesús Mario Rivas Souza nació el 10 de mayo de 1926 en Guadalajara. Se tituló como médico en 1953. Tiene 50 años de matrimonio con Virginia Barba Santana, con quien procreó cinco hijos: Manuel, Mario, Guillermo, Virginia y Antonio. Ninguno heredó su vocación y profesión.

Fue la primera persona que prendió un horno crematorio en Jalisco e incineró un cadáver, pues nadie se atrevía a quemar un cuerpo, porque estaba latente la amenaza de la excomunión.

ESCUELITA

¿Dónde aprendió sus primeras letras?

Hice la primaria en un colegio que era de don Atilano Zavala. Las clases se daban de casa en casa, porque fue la época de la persecución religiosa, durante la cristiada. Nos daban clases en pequeños grupos, en diversos domicilios, porque muchas escuelas estaban cerradas.

(La Guerra Cristera fue un conflicto armado entre 1926 y 1929, que enfrentó al Ejército federal del Gobierno del Presidente Plutarco Elías Calles, periodo 1924-1928, contra milicias de laicos y religiosos católicos que se oponían a la aplicación de...

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