Noche de Paz

AutorLuisa Amelia Bañuelos

Papá no imaginó, ¿o sí?, lo que vendría con ese: "¡niños, a decorar el árbol!".

Los gemelos nunca imaginaron todo lo que había en las puertitas de la escalera.

Mamá no pudo entrar a la salva: esferas rodaban sobre el tapete, dos niños divertidos las aventaban desde una caja; el Rudy, envuelto en guirnaldas, producía un alegre cascabeleo al mover la cola, y a ratos lo interrumpía para ladrar a las luces que prendían y apagaban en el que se convertiría en su nuevo refugio por Navidad.

Mamá regañó a Papá con la mirada. Papá salvó a todos con una sonrisa.

Misteriosamente, los adornos cambiaban de lugar de un día para otro y algunos de ellos regresaban ligeramente mordisqueados al cada vez más ralo pino.

Mamá sospechaba, aunque nunca lo pudo comprobar, que de alguna manera los gemelos utilizaban las ramas como peldaños hacia el único adorno con el que todavía no jugaban. Y sus sospechas se confirmaron, ¿o no?, en Noche Buena.

Ocurrió que la tarde del 24 la estrella desapareció dejando unos desorientados reyes enredados en las ramas de un árbol caído sobre unos niños ya no tan divertidos, un recién atribulado padre y un perro fugitivo que esconde sus tesoros enterrados en la...

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