Juan Pedro Oriol / Vatileaks: entre verdad y mentira

AutorJuan Pedro Oriol

En los últimos días la Iglesia ha vuelto a los primeros planos de noticieros y de periódicos. Mucho se ha dicho y escrito en torno al hurto de documentos reservados del Vaticano. Ya hay un sospechoso. Nada más. No hay ningún condenado.

Seis meses de infiltraciones. Seis meses de información obtenida a cuenta gota. Diez personas involucradas y un aparente culpable principal, Paolo Gabriele, el ayudante de cámara del Santo Padre, conocido como el "mayordomo del Papa". Un momento crucial: la publicación de "Sua Santit " (Su Santidad, en español), el libro del periodista italiano Gian Luigi Nuzzi en el que recopila un buen número de apuntes, cartas y memorándum procedentes de distintas oficinas de la Santa Sede, varios de ellos dirigidos personalmente al Papa. Este escándalo ya fue bautizado por la prensa internacional como VatiLeaks, a manera de remembrar lo que llegó a ser escándalo amplificado de WikiLeaks con la fuga de documentos secretos.

La ETA y su supuesta solicitud de concordar el cese a la violencia, la golpeada economía de la Iglesia en Estados Unidos y el inacabable tema de Marcial Maciel forman parte de los temas filtrados y luego abordados sin la necesaria ética periodística por parte de Nuzzi.

El libro sigue vendiéndose como pan caliente. Lo que preocupa más allá del saqueo es el atrevimiento a publicar este libro. Se cometió un acto inmoral de inaudita gravedad, aunque la realidad es que en los documentos no hay ninguna historia torcida o truculenta; no existe ninguna pistola humeante.

La verdad es que sí hubo robo de documentos vaticanos reservados, pertenecientes al Papa, que luego se publicaron. Sea un hombre o diez, se cometió un comportamiento injustificable. Se violó esa intimidad epistolar entre el Papa y sus interlocutores.

Lo que es triste es que se haya querido justificar la publicación de los documentos con criterios de reforma de la Iglesia. ¿Es ése el papel que le corresponde a un periodista? Aquí se ha querido aplicar un principio inmoral: el fin justifica los medios. Y se cae en una contradicción porque se trasgredió otra ley moral, la de no robar. Y luego se pretende que gracias a lo robado se pueda corregir el camino de la Iglesia. Vaya, vaya...

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