PLAZA PÚBLICA / España: aborto y excomunión

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

La Iglesia Católica en España, que no se resigna a la modernidad que vino aparejada con la transición, es aún más ruda que la mexicana en su oposición a la despenalización del aborto. Después de que el jueves pasado en el Congreso de los Diputados fue vencido un nuevo intento de los partidos conservadores por demorar la discusión de un proyecto de ley gubernamental, el Episcopado deslizó una amenaza de excomunión a los legisladores que aprueben la iniciativa del Gobierno del PSOE para sacar del código penal el aborto decidido por la mujer hasta las 14 semanas del embarazo (dos más que la reforma del 2007 en el Distrito Federal).

La asamblea de la Conferencia episcopal se reunió al día siguiente del lance parlamentario y envió a su vocero Juan Antonio Martínez Camino a presentar una posición que pretendió ocultar su dureza con un tono "positivo" y pretendidamente pedagógico. La Iglesia española, a través de sus obispos, afirmó, por un lado, que "los católicos estamos por el sí a la vida de los seres humanos inocentes e indefensos que tienen derecho a nacer: por el sí a una adecuada educación afectivo-sexual que capacite para el amor verdadero; por el sí a la mujer gestante, que ha de ser eficazmente apoyada en su derecho a la maternidad; por el sí a las leyes justas que favorezcan el bien común y no confundan a la injusticia con el derecho".

Enseguida, el portavoz episcopal mencionó la palabra terrible, un castigo cruel para los creyentes que comprenden el sentido de la comunión, de recibir realmente, no sólo simbólicamente el cuerpo de Cristo (que en eso consiste el credo respecto de la Eucaristía) como alimento espiritual. Si bien dijo que quien apoya el aborto "no está excomulgado sino en situación objetiva de pecado público", razonó que "quien está en pecado público no puede comulgar", lo que en buen romance consiste en estar al margen de ese sacramento, consiste en estar excomulgado. Y sustentó su dicho distribuyendo la carta que en junio de 2004 remitió el todavía cardenal Joseph Ratzinger (hoy Benedicto XVI), prefecto entonces de la sagrada congregación de la Fe (el antiguo Santo Oficio), que cita la encíclica de quien entonces era su jefe y del que hoy es sucesor, Juan Pablo II:

"La Iglesia enseña que el aborto y la eutanasia son pecado grave. La carta encíclica Evangelium Vitae respecto de decisiones judiciales o leyes civiles que autorizan o promueven el aborto y la eutanasia declara que existe 'una clara y grave obligación de...

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