Plaza Pública / Nuestro amigo el rey

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Jerusalén.- No asombran pero asquean la hipocresía diplomática y el crudo oportunismo político desplegados en torno de la muerte del rey Fahd, cuyo funeral se realizó ayer martes en Ryad, la capital que gobierna su familia hace apenas medio siglo. Si un régimen se caracteriza por su ambigüedad, no su equilibrio, respecto de los conflictos que crucifican al mundo, ése ha sido el encabezado por el monarca fallecido el lunes, y en los hechos dirigido desde hace 10 años por el nuevo rey, Abdalá o Abdulá, según la traducción que se escoja. Arabia Saudita ha sido un fiel aliado de Washington en su pugna contra Iraq e Irán y al mismo tiempo ha financiado al terrorismo o al menos a las escuelas de odio donde se gestan ideas destructoras manifestadas por doquier.

Tal vez lo hace en defensa propia, pero desde lejos no se comprende el apresuramiento del Gobierno español de declarar un día de luto nacional por la muerte de Fahd. Es cierto que los intereses económicos de la familia gobernante en Arabia implantados en España, especialmente en Marbella, hacen lamentable la muerte de un socio y un cliente. Pero no debería ser para tanto, sobre todo en un País que, como el resto de la Unión Europea, se ufana de la cláusula democrática impuesta en su trato con naciones del mundo empobrecido.

Salvo por sus instalaciones petroleras, y el paisaje urbano caracterizado por enormes edificios y el tránsito de lujosos automóviles, se creería que Arabia Saudita vive en el Siglo 17 y aun mucho antes. A pesar de reformas cosméticas para aparentar la modernización del País, su régimen feudal está sostenido en los poderes de una aristocracia parasitaria y el clero fundamentalista. Apenas hace poco se realizaron elecciones locales, aunque los partidos políticos siguen prohibidos. Y ni hablar de prensa libre ni de justicia autónoma. Las cárceles están llenas de presos políticos y la suerte de los comunes depende del azar: la semana pasada, cuando salió del hospital aparentemente repuesto de su postrera enfermedad, la buena salud de Fahd (que fue sólo el preámbulo de su muerte) se festejó con una amnistía que dio libertad a la mayor parte de los presos comunes.

Estados Unidos, que cada año intenta que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU investigue el estado de tales derechos en Cuba y condene a su Gobierno por no respetarlos, no se ha ocupado jamás de lo que en ese terreno acontece en Arabia Saudita, no obstante que la comparación de los índices de desarrollo humano...

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