Plaza Pública/ ¿Un buen golpe de Estado?

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Hace apenas tres semanas el entonces Presidente Hugo Chávez tuteó amistosamente al Presidente Vicente Fox: Apenas había desarrollado 4 de las 10 ideas que anunció al comienzo de su discurso ante la Cumbre de Monterrey, cuando se le acabó el tiempo. El anfitrión mexicano se lo hizo notar, y el militar venezolano lo llamó por su nombre de pila, pidió unos minutos más, formuló un reproche al moderador ("los Presidentes de los organismos internacionales hablaron durante más tiempo") y recordó, acaso sugiriendo que su turno podría multiplicarse por esa cifra, que hablaba en nombre no sólo de su país sino del Grupo de los 77, resto del tercermundismo de hace un cuarto de Siglo. Terminó su intervención y poco más tarde, sin la espectacularidad del gesto del Presidente Fidel Castro, se retiró de la Conferencia de la ONU sobre financiamiento para el desarrollo. Tenía motivos para retornar cuanto antes a Caracas, pues crecían el desasosiego y la irritación en su contra.

Chávez y Fox deberían haberse encontrado de nuevo el viernes pasado, en San José de Costa Rica, en la Cumbre del Grupo de Río. Pero el controvertido líder venezolano no pudo asistir por causas ajenas a su voluntad. Su amigo mexicano no dudó en descalificar su desempeño, al incluir entre las causas del golpe de Estado que rompió el orden constitucional en Venezuela "la conducción errática seguida por el Gobierno en tiempos recientes".

Hace unos meses, Rossana Fuentes-Berain entrevistó a Chávez para la edición en español de Foreign Affairs. Muy en otro sentido se expresó el Presidente venezolano al hablar de México: "Nos llenaron de muchísima alegría los primeros movimientos mexicanos del Presidente Fox; vino a América del Sur recién electo. Yo estuve en su toma de posesión; me hizo una invitación a Oaxaca, ahí estuvimos, lo vi conversando con los dirigentes indígenas, comprometiéndose, mirándolos a la cara. Ojalá que eso se vaya concretando poco a poco y que México, más allá de su situación interna en la que, por supuesto, como ya te dije, por un respeto casi sagrado a la soberanía yo no puedo inmiscuirme, retome los senderos de la América Latina y el Caribe. Necesitamos a México, la mística, la profundidad de México. Su peso político." Ese peso político se expresó en San José, donde la mayor parte de los Presidentes latinoamericanos conoció la suerte de uno de sus colegas, elegido como ellos por sufragio universal (con una holgura mucho mayor que la de casi todos los presentes). Sumidos, como con acierto dijo el Mandatario venezolano Alejandro Toledo, "en un mar de enigmas", los Jefes de Estado presentes no acertaron sino a hacer una declaración tenue, como si no estuviera vigente la carta democrática interamericana, aprobada apenas en septiembre pasado en Lima.

No obstante la convicción prevaleciente en la misión mexicana sobre el carácter de los acontecimientos venezolanos (es un golpe de Estado, dijo el subsecretario de Relaciones Gustavo Iruegas), prefirió una definición más acorde con la categoría adoptada por la Organización de Estados Americanos, a que corresponderá enfrentar el novedoso y complejo...

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