Desde mi Ladera/ Creador de la técnica jurídica

AutorJuan López

Rudolf Von Ihering ha sido uno de los más grandes juristas de todos los tiempos. Figura genial y llena de contrastes, sus certeras intuiciones constituyen aún hoy día poderosos impactos orientadores de la evolución del pensamiento jurídico. De su pluma surgieron a borbotones vivacísimas cuestiones cuya trascendencia estriba, no tanto en las soluciones concretas aportadas, como en los planteamientos mismos, en el juego constructivo y hasta en el calor vital con que las trata y resuelve. En su época existieron otros juristas de recuerdo imperecedero; pero, puestos a elegir uno con repercusión verdaderamente actual, se hace preciso optar por Rudolf Ihering.

Precisamente por consistir su aportación más en una actitud que en los resultados concretos, su significación se acusa hoy día del modo más perfilado y brillante. La obra objetiva, verdaderamente grandiosa, de otros eminentes maestros de su tiempo, desembocó pronto en el ancho cauce del pandectismo, enriqueciendo con los más sólidos materiales el egregio edificio de la jurisprudencia moderna.

Ihering pertenece a su tiempo, pero lo supera y trasciende en una constante incidencia sobre lo futuro. Es jurista, pero su obra representa una vasta contribución a la historia y a la filosofía. Parte del estudio del Derecho Romano, pero una meta le acucia: "más allá del Derecho romano". Maneja las fuentes histórico jurídicas, pero ni se para en ellas ni se limita a verificar su autenticidad, pues, más que datos condicionantes, son para él mera ocasión de creaciones jamás atisbadas por los juristas precedentes.

El 22 de agosto de 1818 nació Rudolf Ihering en Aurich (Hannover). Después de algunos intentos de ingresar en la administración del estado y en el profesorado universitario, frustrados por diversas causas, obtuvo la cátedra de Derecho Romano en la Universidad de Basilea en 1845. Ejerció luego la docencia en Rostock y Kiel. Pero su paso por estas ciudades fue efímero y supone poco en el conjunto de su fecundo magisterio. Su vida científica se desarrolló, fundamentalmente, en Ciessen, Viena y Gotinga, siempre en conexión y paralelamente a sus grandes amistades. Su primera amistad fue con Gerber, luego con Windscheid y finalmente con Bulow. Por muy sensible que fuera Ihering a la amistad, estaba tan imbuido de su ciencia -advierte certeramente Oertmann- que no podía separar ésta de sus simpatías personales. Y, así, su estimación por estos tres hombres estuvo en el cenit al coincidir con sus criterios y se enfrió cuando científicamente se desviaban de él.

En 1868 se traslada a Viena invitado, con toda suerte de honores, por la Universidad de habla alemana más prestigiosa de su tiempo. El Emperador de Austria le otorga distinciones nobiliarias y regenta allí su cátedra hasta 1872, fecha en que...

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