¡Es Puma! / ¿Y el apreciable y culto público?

AutorGermán Dehesa

Mirando hacia atrás con ira, vengo a descubrir una verdad demoledora: el futbol moderno es aburridísimo.

Como lo oyen (o como lo leen). No estoy hablando a la ligera, o sin conocimiento de causa.

Mis credenciales como espectador obsesivo del actual futbol son insuperables. Pocos serán los que habrán visto, en los últimos cinco años, tantos partidos como su Charro Negro.

Cuando comenzó esta vorágine futbolera, tomaba yo el teléfono, convocaba a múltiples cuates, mi auxiliar doméstica conocida como "Aunt Jemima" preparaba varias toneladas de chupifritos y churrinachos y disponía varios hectolitros de bebidas de moderación.

Llegaban mis amigos, creábase excelente ambiente, comenzaba el partido y lo que principiaba como colorida fiesta charra terminaba en una especie de velorio balompédico.

Vimos todos los partidos del Mundial Corea-Japón, seguimos atentamente los torneos locales, la Champions League, la interminable Copa Libertadores y al final de todo esto descubrimos que los amigos ya se fueron, que el cerebro lo tenemos como ostión ahumado y que, con absurda y esperanzada devoción, estamos viendo ahora la nauseante Copa de Oro.

Digo "estamos" porque de la alegre y colorida tropa original, sobrevivimos mi hijo Canito, Rosachiva mi fidelísima cómplice y el de la voz.

Somos tres héroes rodeados de puros abstencionistas. Esto que ocurre en el microcosmos de mi intimidad se repite en el macrocosmos de la sociedad: la gente ya está optudimóder de ver futbol lastimoso y ratonero.

Con respecto a lo que estamos hablando, la citada Copa de Oro es emblemática. Se trata de un torneo enormemente mediocre que quiso ser magnificado a fuerza de machacona publicidad electrónica, pero ni siquiera con el poder tarante y obnubilante de la televisión han logrado ocultar la ínfima calidad del futbol que hemos estado viendo.

Y en este despliegue de tercermundismo deportivo quedan incluidos equipos como Brasil, Colombia y México, que supuestamente ya pertenecen al primer mundo futbolístico. Ninguno de los tres ha manifestado respeto y aprecio por el poco o mucho prestigio de su equipo y por ese público ciertamente ingenuo que se guía por los nombres, por la tradición y por la historia.

A la hora de acarrear dólares todo esto pierde importancia. La única escuadra que, hasta el momento, ha manifestado respeto por su nombre y por el público es Estados Unidos. Por algo será.

Los demás se han dedicado a arrastrar las patas con la confianza de que no importa y sabedores...

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