El agua vuelve de noche

AutorRolando Herrera

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BENITO JUÁREZ.- En Hacienda de Cabañas, el lodo que los habitantes sacan de sus casas por las mañanas, la crecida del río Atoyac lo vuelve a meter por las noches.

Así ha sido desde el 15 de septiembre, cuando el afluente, que en esta localidad tiene su desembocadura al mar, se desbordó por la intensas lluvias provocadas por la depresión tropical "Manuel".

Quienes sacan el lodo son los afortunados, pues hay decenas de casas en las que el agua está día y noche, creciendo o decreciendo conforme el caudal supera su borde. Las lluvias en la montaña, que todavía siguen siendo intensas, son las responsables de la persistencia de las inundaciones.

"Todas las noches nos vuelve a crecer el nivel del agua; el río, que está en su límite, se sale, y otra vez volvemos a tenerla hasta la cintura", indica Rosario Martínez, quien invierte toda la mañana en desazolvar su vivienda para descansar, aunque sea unas horas, del fastidio de andar entre el fango.

Esta comunidad, integrada por 4 mil familias, sufrió afectaciones en 100 por ciento de las viviendas, informa la Comisaria Municipal, Martha Elena Vicencio, quien agrega que tiene censadas 15 casas completamente destruidas.

"Todas las casas tienen afectaciones, el agua entró a todas las viviendas y echó a perder colchones, refrigeradores, estufas, televisiones, todos los muebles que había en ellas. Además, muchas familias han perdido sus carros", señala.

HASTA EL CUELLO

La madrugada del 15 de septiembre, tras 24 horas de lluvias intensas, recuerda Karina Nieves, el río no soportó tanta presión y reventó por todos lados, llenando las calles de agua, lodo y troncos.

La gente buscó la manera de escapar de la corriente subiéndose, los que tienen, a los segundos pisos de las casas, y algunos, ante la desesperación, treparon a las palmeras.

"Todo fue rapidísimo, nosotros comenzamos a guardar nuestros documentos cuando tuvimos el agua arriba de las rodillas y no habíamos terminado cuando el agua ya la teníamos hasta acá", dice Nieves mientras se toca la barbilla.

Si bien el agua ya redujo los dos metros que alcanzó ese día, las calles de Hacienda de las Cabañas siguen anegadas y no hay manera de cruzar de un lado a otro sin meterse en ese líquido chocolatoso que en el fondo tiene piedras, troncos y trozos de materiales diversos, peligrosos para pies descalzos.

En algunas calles el agua conserva casi el metro de altura y le sirve de alberca a un grupo de niños que, en calzones, se zambullen divertidos...

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