Aguante, aguante

AutorLuis Alegre

Mural/ México

Segunda de Tres Partes

San Luis Potosí.- Desde el primer día del curso hubo bajas. El encierro, los regaños, el ejercicio, la rutina provocaron que más de 20 cadetes, tan sólo en la primer semana, pidieran su renuncia voluntaria. Los que se iban de la Escuela salían con la cabeza baja, sin voltear y enmedio de las burlas de los instructores.

-¿No aguantaron, señoritas?, soltó un Oficial a un par de jóvenes que pasaban a su lado ya con las maletas.

-¿Extrañan su osito de peluche o ya quieren ver a su noviecita?, cuestionó otro de los policías federales.

Los demás cadetes de la Policía Federal Preventiva (PFP) atestiguaban la escena en silencio. La posibilidad no les era muy ajena. El frío al amanecer, las extenuantes tardes ocupadas en correr, la soledad nocturna cuando caían rendidos sobre la litera. Todos hurgaban en su voluntad, todos encontraban válvulas para no explotar. Sobre todo los primeros días.

Adentro la vida es diferente. La Escuela, ubicada a la orilla de una colonia de por sí ya periférica, está lejos del mundo. Aquí no se escucha música, no hay televisores, ni periódicos, ni qué decir del acceso a internet. Las mañanas son anunciadas por los ladridos de los perros y, detrás de ellos, el mugir de vacas. Casi no transitan carros o camiones. En cambio, el tren sí pasa muy cerca. Alrededor de la escuela sólo hay casitas de ladrillo a medio construir, muchos árboles y campo para donde uno voltee. A las once de la noche todo está en silencio y de la ciudad sólo se ven sus luces.

"Para que me entiendan, esto tiene que ser como un monasterio", definió el director del plantel, el Comandante Elpidio Mejía. Un convento donde no se reza, se marcha. La disciplina es el equivalente de la fe. Sólo que adentro, en público, no se habla de Dios, ni del Gobierno, ni de uno mismo.

No existe el pasado de nadie. ¿A qué horas contarlo? ¿A quién le interesa la vida del otro? Un Oficial lo resumió a gritos: "¡Olvídense ya de su vida de civiles, aquí empiezan la de policías!"

¡Sí, señor! ¡No, señor! ¡Enterado, señor!

El curso por fin comenzó el 22 de noviembre. No todos los aspirantes aceptados llegaron, afuera de la Escuela decenas de rechazados esperaban que la fortuna les llamara, como de hecho pasó con varias decenas de ellos.

Nada de bienvenidas, nada de buenos días. De los anfitriones, los Oficiales de la ahora extinta Policía Federal de Caminos (PFC), sólo hay órdenes: ¡Fórmese! ¡Cállense! ¡No se muevan!

Desde el principio se formaron nueve Compañías de cadetes, la Banda de Guerra y la escolta. Estos grupos son encabezados, en calidad de sargentos y cabos, por los cadetes que sacaron las calificaciones más altas y aquellos que ya tenían experiencia en la milicia.

No se hacen preguntas, no existen las respuestas. Ordenes y más órdenes, a las que se contesta ¡Sí, señor! ¡Enterado, señor! Esa es la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR