Ahora comen ...y se quedan

AutorRoberto Zamarripa

MÉRIDA.- Volvió la gesta. El Presidente Enrique Peña abre el libro de historia y rememora a los 82 pasajeros del Granma a los que llama "valientes inspirados en anhelos de igualdad y justicia social" que zarparon hace más de 50 años de Tuxpan, Veracruz, para derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista.

Lucharon por constituir a su triunfo, afirma Peña, "un nuevo Gobierno que sí estuviera al servicio del pueblo cubano. Los resultados están a la vista. En educación, salud, deporte, cooperación para el desarrollo y fortalecimiento de la unidad latinoamericana, entre otros temas relevantes, Cuba ha sido, y es, un ejemplo en América Latina".

Desde fines del siglo pasado que esa épica no aparecía en los discursos de Presidentes mexicanos que, en cambio, ponían el acento en los derechos humanos y ya no elogiaban las hazañas de Cuba.

Volvió la gesta y se fue el caudillo. Raúl Castro improvisa con simbolismos. Advierte, de inicio, que no hablará tan largo como su hermano Fidel que rompió el récord de un discurso de cuatro horas en Naciones Unidas. Se acoge, igual a la gesta, recordando que el de Yucatán fue el primer territorio mexicano que avistó cuando salió de Cuba antes de la Revolución y de cómo retornó para derrocar a la dictadura.

Y habló de su vejez: 85 años por cumplir, padre, abuelo y bisabuelo, y quizás, en segundo desmarque de Fidel avisa: "No voy a llegar a tatarabuelo, ni a chozno, porque se van a aburrir los cubanos de mí".

Reitera, en otro desmarque, que se retirará del poder el 24 de febrero de 2018, cuando ronde los 87 años.

Para los detractores de la dinastía Castro, el Presidente ofrece una joya durante su brindis en la comida que le ofreció Peña Nieto. Presenta a uno de sus nietos como su principal ayudante, que lo sigue a donde camina, que le pasa discursos, tarjetas, vasos de agua, y le avisa por dónde pisar. Un muchacho rubio con un sobresaliente reloj que envidiaría César Camacho.

A diferencia de Fidel, el menor Raúl se presenta como hombre de familia, no como lobo solitario. "Para sorpresa mía, al entrar aquí, nadie me había dicho nada, vi a una muchachita rubia por ahí. ¿Te podrías parar un momento?", dice, y, en una mesa al frente de la principal, a un lado de donde estaba Porfirio Muñoz Ledo, se incorpora una señora rubia de 78 años de edad, pero que aparenta una quincena menos.

Raúl no la identifica por su nombre, sólo la saluda. Es su hermana Enma, casada con un empresario mexicano cuando los Castro andaban en México...

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