Alberto García Ruvalcaba / Sobre libros

AutorAlberto García Ruvalcaba

Hace algunos años visité la biblioteca Miguel Cané en Buenos Aires para conocer el lugar en el que trabajó desdichadamente mi autor favorito. El octagenario a cargo me preguntó con malicia si en mi país era más popular ese escritor o un jugador de futbol cuyo nombre pronunció con fruición. Fingí desconocer al futbolista, en inofensiva represalia. Luego terminé de caminar la biblioteca como quien recorre descalzo Tierra Santa pensando en Maradona.

Cuando me preguntan mi religión pienso con timidez si puede Borges ser reverenciado como profeta. El Lúcido, el Manso, y luego la dialéctica de lo sagrado: lo que se oculta al hacerse manifiesto. El borgianismo recogería lo que el resto de las religiones repudian: el humor, el escepticismo, la duda, y por encima de todo, la sospecha del yo. Y creo que no hay mejor religión que la que nos libra, siquiera temporalmente, del peso de ser alguien.

Todas las cosas se organizan en torno a un centro, quería Mircea Eliade, y nuestra existencia no es la excepción. Algunos libros nos conducen secretamente a él. Uno de los primeros para mí fue Shibumi, de Trevanian, del cual todavía recuerdo uno de sus párrafos: "Shibumi tiene que ver con un gran refinamiento bajo una apariencia común y corriente. Es una afirmación tan mesurada que no requiere ser valerosa, tan intensa que no necesita ser bella, tan verdadera que no tiene que ser real. Shibumi es entendimiento más que conocimiento. Silencio elocuente".

Entonces me encontraba en plena crisis de la adolescencia: sufría la batalla que libran en nuestro interior los demonios de la acción y los de la contemplación. No pude nunca, ni fugazmente, alcanzar el estado de shibumi, aunque más de una vez me rindió frutos recitar ese párrafo al oído de alguna incauta. Durante años creí que la retórica de la sabiduría era un recurso feliz del arte de la seducción. Demasiado tarde comprendí que está más cerca de ser un anestésico.

Memorizar párrafos de un libro es un signo patente de que merece ya un lugar en nuestro estante principal. Pero no es el único. Hace...

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