Acompañan al arte

AutorAlejandro Alvarado

El paso del tiempo se nota en sus manos arrugadas, ojos cansados y espaldas encorvadas. Algunos vigilantes de la museografía o guardias de la creación estética bien se podrían jubilar hoy mismo, pero una atracción por el arte los retiene.

Con bastón en mano y pelo canoso, Juan Manuel Domínguez ya rebasó las ocho décadas y en cualquier momento podría dejar las salas de exposición del Instituto Cultural Cabañas, pero no lo hace por el amor y obligación que siente ante este trabajo en el que lleva 18 años.

"Me gusta mucho mi trabajo, platicar con la gente, expongo mis obligaciones y mi responsabilidad, ¿entiendes?; hay veces que las visitas, las personas preguntan el porqué de las obras, qué representan y hay que explicarles", dice don Manuel, como lo llaman sus compañeros.

El cariño a su trabajo se puede exponer de otra forma: debido a la edad y un problema en las rodillas que no le permite moverse con libertad, don Manuel se gasta su quincena en puro transporte.

"(Son) 2 mil y pico de pesos", comenta, mientras ríe por el salario.

¿Cómo se mantiene? Durante su juventud y madurez trabajó como mecánico de ferrocarriles y su pensión le alcanza para sobrevivir.

El motor que lo mantiene activo lo encuentra en el arte, hasta se documentó a través de libros, por su propia convicción, para hacer mejor su labor.

Presume que de la vida y obra de José Clemente Orozco sabe todo. Y no sólo del ilustre artista, sino también de personajes como Napoleón Bonaparte y hasta de Adolfo Hittler.

"De Orozco pues uuuh cómo le podría decir, todo depende que uno quiera saber los motivos, su obra, para explicar bien, a algunos no les interesa (prepararse). Muchos de los estudiantes preguntan de Orozco y eso sí me lo sé, casi de memoria", relata.

DE LA MÚSICA A LA PLÁSTICA

Juan Bautista Ramos tiene otra historia qué contar. Él, desde hace un año y medio resguarda algunas salas de exposición del Ex Convento del Carmen, pero anteriormente era conserje en el Teatro Degollado.

En ese espacio duró 24 años trabajando, y a su decir, también fueron años de disfrutar música, ópera y obras de teatro. Sin embargo, debido a que está perdiendo la vista tuvo que cambiar de oficio.

"Uno empieza a envejecer, no se me olvidan las cosas, pero ya no se desempeña uno igual que cuando era joven. Yo entré a los 34 años (al Degollado)", recuerda.

Bautista Ramos, ahora de 65 años, presume haber tenido al teatro como su residencia durante una década porque en la planta alta, donde ahora hay...

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