Arte en las venas

AutorFrancia Acosta

"Mi propósito es sacar a la luz grandes valores ocultos, que no están a la vista de la gente, mismos que están en la oscuridad de los ojos de todos", comparte Francisco de la Peña (Guadalajara, 1951), mejor conocido como Paco de la Peña, martillero con 37 años de experiencia en subastas a nivel nacional y el sur de los Estados Unidos.

Para este creador y consultor en el desarrollo cultural e industrias creativas, quien ha apoyado a 300 asociaciones civiles y promovido 2 mil 735 artistas plásticos en más de 720 subastas, la idea central para ser un gran pintor es desayunar, comer y cenar arte en todas sus disciplinas.

"La creatividad vive dentro de nosotros y hay que despertarla. ¿Cómo?, precisamente con ideas, viendo pintura, leyendo historia del arte y sabiendo en qué realidad estamos parados", afirma De la Peña, quien se casó con María Amelia Águila y tuvo dos hijas, Jimena y Marisol.

Este personaje desde temprana edad respiró el arte en disciplinas como la música, tocando la guitarra y el piano, y siendo discípulo de José María de Servín.

"A los ocho años ingresé al taller del maestro Servín, primero siendo ayudante y después como discípulo, permaneciendo una década. Era maravilloso porque me encontré con un creador y descubrí que eso era lo que quería hacer en un futuro", expresa Paco, autodenominándose el 'único hijo (de nueve) que tiene contacto con la realidad', es decir, las artes.

No obstante, su estilo de vida artístico tendría un rumbo distinto al considerar encomendar su vida a la religión Católica, tanto por su formación Salesiana durante la primaria y secundaria, como por antecedentes familiares, de los cuales destacan su tío abuelo paterno, Francisco de la Peña, quien fue cura de Mexicaltzingo; el Sacerdote Juan de Dios Anguiano, en proceso de Beatificación; Bernardo Anguiano y Enrique Anguiano, hermanos de su madre Carmelita Anguiano.

Al cumplir la mayoría de edad, el joven introvertido que caracterizaba a Paco, se quebrantó por su pasión hacia las artes.

La invitación formal a estudiar su verdadera vocación llegó de la mano del maestro Francisco Rodríguez Caracalla, amigo de su difunto padre Francisco de la Peña Pedrozo, mecánico de cámaras fotográficas y poeta ligado a la comunidad de escritores de Guadalajara; decidiendo en 1970, estudiar en la Escuela de Artes Plásticas de la UdeG.

"Cuando decidí ser pintor, mi familia, sobretodo las hermanas de mi papá, mis tías, lloraron, porque la imagen de los artistas en ese tiempo...

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