¿Artemio chico o Artemio grande?

AutorJorge Alberto García

El teléfono suena insistentemente hasta que alguien contesta. Buscan a Artemio. "¿Artemio chico o Artemio grande?", es la respuesta al otro lado del auricular.

Esta escena se ha repetido durante décadas con diferentes nombres y en culturas distintas, pero actualmente heredar el nombre de los padres a los hijos es una tradición que se desvanece.

La historiadora Margarita Domínguez explica que esta tradición está extendida por muchos pueblos del planeta por varias razones, pero la más importante es la de honrar y rendir culto al difunto, para que así no muriese del todo.

"También es como una especie de reposición. Normalmente en el pasado los niños morían en la infancia y al siguiente pequeño que venía se le ponía el mismo nombre del que acababa de morir.

"El nombre es sentido de pertenencia y esto es propio del hombre, porque tiene un miedo filosófico a la muerte y de esta manera trata de preservar su memoria", sostiene la investigadora.

Domínguez, quien es miembro de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, expresa que en la antigüedad era un acto importante nombrar a un nuevo ser, y que la mayoría de los papás bautizaban a sus vástagos con los nombres del santoral.

"Eran Melquiades, Toribio, Aristeo, Urbano, y también Juan, José y María. Pero con la introducción de los medios masivos de comunicación se empezó a tomar de otras culturas, películas o novelas, rompiendo con la tradición.

Otro factor, añade, fue la llegada de extranjeros a la Ciudad en el siglo 19 y 20, como los árabes, entre otros, que sumaron los propios.

"Ellos intentaron poner los nombres en castellano, pero luego adoptaron los de sus culturas, un ejemplo es el de Zaira", afirma.

Domínguez añade que en la antigüedad cada nombre tenía un significado, y con la proliferación de otros inventados se está perdiendo de forma preocupante una parte del sentido de pertenencia.

"Ahora se valora más la originalidad, porque entre más llamativo, extraño y extravagante se llame el niño, mejor. Esto implica una pérdida cultural", sentencia.

La historiadora admite que aunque nombrar a los hijos es facultad de...

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