Una campeona de los albures

AutorYanireth Israde

MÉXICO.- Lourdes Ruiz Baltasar es un terremoto de risa cuando dice albures o cuando la alburean.

Las carcajadas son superlativas, ríe con los ojos, con las manos, columpia el cabello, y luego esa voz ronca, que tiene la comerciante de Tepito, la misma que interpela a los guapos cuando caminan frente a su puesto: "¿¡qué talla joven!?, ¿¡qué talla!?", pregunta; más bien, alburea.

La campeona del albur propone que la SEP imparta talleres en la secundaria. Asegura que los estudiantes obtendrían mejores calificaciones porque este juego de palabras, considerado un ajedrez mental, estimula el pensamiento.

"Si pusieran una hora de albures en clase fuéramos chingones en álgebra, en física o en química, porque los albures son mentales, necesitas lenguaje, creatividad, conjugas todos los verbos, no nada más meter y sacar. Nuestra lengua es demasiado rica, y no es albur".

La "Verdolaga Enmascarada", su nombre popular, ya dio clases en la Normal de Maestros y el tercer diplomado que impartió junto con Alfonso Hernández, cronista de Tepito, en la Galería José María Velasco del INBA, reunió 68 alumnos -en el primero fueron ocho-, varios de ellos estudiantes universitarios.

"Mis profesores me enseñaron a escribir, a leer, a poner puntuaciones y símbolos. Mis padres, al educarme, pusieron énfasis en el 'por favor', 'gracias', 'no contestes', 'dirígete con respeto', etcétera. Pero ninguna de las dos instituciones, escuela y familia, me enseñaron cómo se contesta un 'agárrame la confianza'", cuenta Ana Laura Castañeda, egresada de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, durante una sesión del diplomado.

Fue lo mismo con Lourdes Ruiz. Cuando escuchaba los torneos de albur entre neveros de la calle Rivero, en Tepito, no entendía y cuando preguntaba, la respuesta era: "luego te explico, o no te puedo decir eso".

"Siempre te dejan con la duda. Como si no fuera asunto de mujeres. Hombres y mujeres somos iguales, lo único que nos hace diferentes son los genitales, y ahí está el meollo del asunto".

Lourdes Ruiz ríe, de verdad ríe, desde dentro. Es un terremoto que el cáncer no sosiega.

"Ese güey no se irá conmigo hasta que no mueran los demás, y como nadie tiene deseos de morirse, pues que se chingue". Y aconseja: "Si la vida te da la espalda, agárrale las nalgas".

Se cubre con un delantal de cuadros lo mismo en su puesto de ropa que dentro del Palacio de Bellas Artes o en sus clases, donde los asistentes se ejercitan en albures, pero también aprenden...

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