Carlos Fuentes / Verano caliente

AutorCarlos Fuentes

Como si la temperatura no bastara, los acontecimientos del verano han subido el calor europeo. El caso de Rupert Murdoch y su imperio periodístico, ante todo. Como William Randolph Hearst en el pasado, como el Ciudadano Kane en la película de Orson Welles, Murdoch controló centenares de publicaciones y más de cincuenta mil empleados. Su poder se extendió de Australia a Estados Unidos a la Gran Bretaña. Su método consistió en ser "el primero con las últimas". Para ganar la noticia, intervenía teléfonos, correspondencia, conversaciones. Lo auxiliaba su equipo -¿su pandilla, su "gang"?- de ejecutores. Notable entre todos, Rebekah Brooks con su enorme corona de rizos rojos. Fue ella quien amenazó a Gordon Brown con revelar la enfermedad del hijo del Canciller del Tesoro. A pesar de los pesares, Murdoch, Brooks y sus asociados invitaban y eran invitados por los poderes políticos. ¿Qué importaba que Murdoch entrase al número 10 de Downing Street (residencia y oficina del Primer Ministro) por la puerta trasera? Lo importante es lo que, tras la visita de Murdoch, decía el Primer Ministro en la puerta delantera.

Un ejemplo claro es el del saltimbanqui político Tony Blair. Murdoch le había negado apoyo al Partido Laborista. Blair se lo dio a Murdoch cambiando radicalmente de políticas para favorecer al magnate. Cuyas filiaciones ideológicas eran por demás contradictorias. Apoyaba al Singapur del desaparecido déspota Lee Kuan Yew como "democracia perfecta". E impedía toda crítica al régimen dictatorial de Pekín. Pero condenaba a Barack Obama y a los demócratas norteamericanos como "comunistas", a través de su troglodita cadena de televisión, Fox News, y, en menor grado, gracias a su señorío sobre el Wall Street Journal. Y si este círculo de poderes no bastaba, allí estaba su mujer asiática, Wendy, campeona de karate y defensora física de su marido. Como lo demostró agrediendo al agresor que le arrojó un pastel de crema a Murdoch en la audiencia de la Cámara de los Comunes.

Esta, la Cámara, restituyó con la audiencia a los Murdoch su reputación maltrecha después de la revelación, hace poco, de los turbios negocios inmobiliarios de algunos respetables miembros del Parlamento. Todo lo cual -Murdoch, el Parlamento, la prensa vespertina- muestra las fragilidades de la democracia británica digna de todo respeto y admiración mundiales, y de su casa real, que no escapó a las ilegales escuchas telefónicas de Murdoch y su pandilla.

"Este es el día más humilde...

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