Carlos Gershenson / Mercadotecnia

AutorCarlos Gershenson

Ofertón loco; 18 meses sin intereses; el arte de separar a la gente de su dinero; desear lo que no sabíamos que existía pero ahora necesitamos para vivir... A pesar de ser la profesión a la que menos se le cree, la mercadotecnia es un elemento medular de nuestras economías y sociedades.

Puede ser muy cuestionable, pero sería difícil imaginar una sociedad sin mercadotecnia. El dinero mueve al mundo y sin mercadotecnia se movería muy poco. ¿Acaso es dolorosa pero necesaria? Necesaria sí, pero dolorosa, no necesariamente. La mercadotecnia es clave para que nuevos productos puedan introducirse en un mercado. Para aumentar ventas, el consumo necesita crecer. Se reactiva la economía, y lo vemos en estas fechas en las que los ingresos y gastos aumentan a la par.

En un mercado libre, se fomenta la competencia. Y distintas ofertas necesitan atraer consumidores para sobrevivir. Si no entras en el juego de la mercadotecnia, la competencia lo hará y te ganará el mercado. Pero si nos enfocamos sólo en los fines, nos pueden dejar de importar los medios. Las empresas entran en una carrera de armas que puede salirse de control. Sí hay regulación en mercadotecnia, si no estaríamos inundados todavía más en pornografía y violencia, ya que mientras más básica es la asociación de un producto con un impulso puede generar deseo sin pasar por nuestra conciencia. Pero debería de regularse mucho más. ¿Por qué?

La mercadotecnia tiene efectos considerables en la sociedad. No sólo porque deseamos lo que nos venden, sino porque somos criaturas imitadoras. En un comercial no sólo nos venden una bebida refrescante, nos venden un estilo de vida que dista mucho de ser el más apropiado para nuestras realidades diabéticas. Nos venden autos en ciudades donde ya no caben. Deseamos productos que generan adicciones. La mercadotecnia determina nuestros valores. Y esos valores distan mucho de ser los mejores para nosotros. Nos lavan el cerebro para que hagamos lo que es mejor para el mercado. Creemos que compramos felicidad, pero es efímera y compramos más.

El control de masas surgió con nuestra civilización. De hecho podríamos especular que sin el control de masas seguiríamos en el paleolítico. Las religiones han contribuido al control social. La propaganda política ha inculcado valores por siglos. En muchos casos a costa de los individuos, pero hay ventajas del control y organización de la población para las sociedades.

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