Carlos Vázquez Segura / ¿Autogol o crédito?

AutorCarlos Vázquez Segura

¿Quién anotaría un autogol para evidenciar la traición del portero?

En "Los 50 lineamientos generales para el combate a la corrupción...", de AMLO, se lee que se considerarán delitos graves: el tráfico de influencias, la corrupción, la asociación entre funcionarios y particulares para cometer fraudes a la hacienda pública, el robo de combustibles y el fraude electoral. ¡Qué bien suena eso!

El tema no es declarar incrementada la gravedad legal de estos despreciables delitos, sino hacer factible su comprobación, para que puedan ser juzgados los actores. ¿Cómo se deben adecuar y agilizar los procesos judiciales, para que lleguen tras las rejas los delincuentes, desalentando así -entre otras- la infame costumbre de dirigir los colmillos de la política hacia el cuello del erario?

Por muy dispuestos que estén quienes impartirán la justicia en el próximo sexenio, casi ninguno de estos fraudes a la hacienda pública serán comprobados ante jueces o fiscales, porque los acuerdos bajo la mesa no se firman, los diezmos, moches, trucos, transas, trampas, extorsiones, contubernios, complicidades, marranadas y demás facetas de la corrupción y del tráfico de influencias no se documentan, no se plasman en papel ni se toma video del acuerdo para subirlo al "feis". Nadie factura a menor precio la gasolina o el negro asfalto que a diario se trafican y "blanquean". En lo electoral: nunca ha habido quien expida recibo por uno solo de los votos que durante más de 90 años han sido comprados mediante la extorsión social disfrazada de asistencialismo.

Por un lado, los acuerdos bajo la mesa no se publican en las redes ni se exponen ante notario; por el otro: la obligación de demostrar los hechos siempre recae en quien hace la acusación; por tanto, con las leyes actuales no habrá denuncias procedentes contra esos acuerdos, pues nadie podría probar lo que otros han pactado "en lo oscurito"; nadie -no involucrado- podría describir lo que sucede en las cavernas de la delincuencia política, donde los implicados arrastran su abdomen porcino sobre la arena ensangrentada para borrar sus huellas y, de paso, desfigurar los derechos y la voz de los afectados. Bien saben esos desgraciados que nadie investigará los daños y...

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