Carlos Vázquez Segura / ¿Cómo festejar su día?

AutorCarlos Vázquez Segura

¿Cómo enrollar, doblar o comprimir -para que quepa en apenas 24 horas- el descomunal reconocimiento que, por sus incontables talentos e incansables esfuerzos, merecen las mujeres del mundo? ¿Cómo resumir lo que -a pesar de muchos necios hombres- ellas han aportado para el desarrollo de lo más importante de la civilización, que es la integración afectiva de la familias, la formación emocional y espiritual de cada generación y el consecuente florecimiento de habilidades sensibles, intelectuales, sociales, organizativas y creativas del más elevado nivel; las cuales contrastan con el legado masculino, manchado por un alto porcentaje de guerras y conflictos?

Ayer 8 de marzo se vivió la cuadragésima cuarta versión del Día Internacional de la Mujer. Debió haber sido un enorme festival de alegría y gratitud, con emocionantes discursos y entrega de estatuillas de oro. Debió ser un día rebosante de flores, cohetes y medallas, por todo lo que ellas le han regalado a la humanidad a pesar de la bromosa losa de prejuicios que los varones les hemos echado encima durante tantos siglos.

Desde que en el año 1975 se instituyó el Día Internacional de la Mujer, jamás se ha podido vivir como una verdadera celebración. Por el contrario, en su día, cada año miles de mujeres -representando a millones más- aprovechan los reflectores para levantar el puño y hacer sonar -mucho más alto- la voz con que exigen -con toda razón- cada uno de los derechos que nuestra soberbia testicular les ha arrebatado con lujo de anemia argumental.

Ante la multitudinaria incapacidad para salir de la bandeja de prejuicios con que se suele definir el sentido de identidad masculina, desde hace miles de años los hombres nos hemos limitado a imponer costumbres -y hasta leyes- cimentadas en todo aquello que exalte las ventajas y -sobre todo- que encubra las debilidades de la testosterona con la que muchas veces tomamos injustas decisiones en agravio de nuestras compañeras.

En el injusto y milenario escenario que menoscaba el valor de lo femenino, el concepto de virilidad se arrinconó a sí mismo a lo más primitivo, provocando que muchos jóvenes varones desorientados desprecien sus facetas sensibles y emocionales, sin las cuales jamás podrán aprender a relacionarse de manera...

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