Carlos Vázquez Segura / Entre gandallas y apuestas

AutorCarlos Vázquez Segura

Millones de opiniones debatirán durante el nuevo sexenio lo que debería hacer -o evitar- el Gobierno federal; pero: ¿quién evalúa del papel de los ciudadanos en la construcción de la supuesta debacle nacional o en la consecución de la cuarta o enésima transformación de México? ¿Debemos huir, revelarnos, paralizar las instituciones, rezar o apostar seriamente por México?

Como ciudadanos, tenemos muchas opciones para afrontar la transición política actual; sin embargo, para variar un poco lo que se dice, me concentraré en la peor de todas: El gandallismo oportunista.

Para llegar a la temperatura emocional que el tema amerita, recordaré al lector cuánto nos enfurece la voracidad de quienes cortan leña del árbol caído; como esas hienas que -a río revuelto- sacan el cobre y los colmillos para aprovecharse de cualquier situación, lucrar con la tragedia, con la incertidumbre o con las vicisitudes de cambios como el del día de hoy; acelerando el motor de cualquier atropello que les deje dividendos. Primero están ellos, después sus intereses y al final, donde no queda espacio: lo colectivo.

No existe el sentido social en su visión del mundo, porque -para ellos- el fin justifica los medios y en sus negocios -sean visibles o ronden bajo las mesas de lo turbio- todo se vale mientras implique ganancias. Sus mentes metalizadas eligen -mediante fríos algoritmos- lo que les arroje mayores réditos o ventajas en lo particular. Para ellos: acumular es el alma de la vida, su oración y placer; su credo y el único "más allá" que vislumbra su indigencia paradigmática.

A esos gandallas sin lealtad no les importan la estabilidad, la paz o el crecimiento económico nacional; mucho menos la justicia, mientras no sea negocio protegerla. Son especuladores implacables, buitres atentos a cualquier posible quebranto ajeno. Son los mismos que, cuando el cielo económico se nubla, en vez de sacar y compartir el paraguas, huyen en balsas fuera del buque y corren a detener sus inversiones para evadir el supuesto riesgo que -en gran parte- no existiría sin su actuación ruin y denigrante. Pretenden salvarse en exclusiva y obtener -además- alguna ventaja, en vez de apostar y aportar para la flotación y el avance de la embarcación en que...

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