Carlos Vázquez Segura / Desde hace machísimos años...

AutorCarlos Vázquez Segura

¿De dónde sacarán algunos desquiciados la estupidez necesaria para agredir con furia bestial a una mujer, llegando a extremos asesinos? ¿Cómo transitan impunemente entre tan viles maneras de someterlas, humillarlas, lastimarlas y manipularlas?

¿Será que empiezan suponiendo que las explosiones emocionales de brutalidad contra ellas reafirman su imaginario "honor viril" y restauran su supuesta dignidad patriarcal? ¿En serio creerán que la violencia contra la mujer es la expresión consecuente de un natural liderazgo de género, en el que todo es permitido para quien recibió el aleatorio rasgo de la masculinidad?

La brutalidad machista no se contiene únicamente entre vergonzosos muros del pasado, no es algo de lo que sólo se pueda leer en viejas historias como las del Antiguo Testamento; tampoco es barbaridad exclusiva de la época medieval en el medio oriente extremista. Más bien, es un fenómeno latente, en estos tiempos enganchados a resistentes prejuicios.

Por desgracia, el machismo es una vergüenza bien preservada que asoma tanto en indignantes calamidades de violencia criminal, como en "aceptables" actitudes, costumbres y creencias vigentes -y hasta legales- que lo alimentan todos los días, normalizándolo, estimulándolo y privilegiándolo.

Castigar a los actores de los monstruosos eventos criminales que tanto nos indignan y consternan es tan justo e impostergable como la necesidad de instaurar grandes y eficientes medidas de protección legal, mejora procesal y aplicación tecnológica -más allá de mesas de seguridad, botones de pánico, brazaletes de alarma, etcétera- a favor de las posibles víctimas.

Pensar que con remedios puntuales se minimizará el problema sería inocente por parte de una sociedad que no parece estar dispuesta ni capacitada para asumir la parte de la responsabilidad que le corresponde, por tolerar y alentar la subsistencia de diversas creencias y hábitos aparentemente inofensivos, en cuyas variaciones caben y crecen todas las formas de machismo y sus consecuentes desgracias.

A todos nos termina educando la sociedad; poco a poco asumimos sus prácticas y criterios, ya que la modernidad avanza sobre la carreta de las costumbres. Algunas de éstas son honrosas y edificantes; otras, en cambio, son tristemente...

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