Carlos Vázquez Segura / El muro de fuego y el espejo

AutorCarlos Vázquez Segura

Otra vez, asomó el infierno desde un tubo. El impulso de la explosión provocada trazó -con cuerpos- una enorme cicatriz de carbón en la historia vergonzosa de los saqueos a la nación más adolorida y hermosa del mundo. La realidad se incendió, ardió sin piedad consumiendo la dignidad de un país podrido, poroso e impregnado de hidrocarburos robados, de ignorancia que asume cualquier riesgo y de esa maldita impunidad que no ha permitido que se apaguen en prisión los verdaderos y grandes culpables de esta tragedia, de la de un 22 de abril y de tantas otras que queman en la memoria.

Hace una semana se prendió una flama asesina. El corazón de cada mexicano se chamuscó también -un poco- ante la impotencia que nos obligó a correr con las piernas del alma en llamas, en pos de alguna esperanza de legalidad, educación y justicia. Más de 100 vidas se han perdido por un fogonazo tejido a mano desde hace millones de litros de hidrocarburo, los cuales fluyeron por las repugnantes carteras de cientos de cínicos e intocables delincuentes de cuello blanco, tricolor, azul, verde, amarillo, naranja y de todos colores.

Tan intenso fue el incendio, que -por el otro lado- dejó ver a una inmensa mayoría de conductores esculpiendo una patria nueva con el cincel de la paciencia, en largas filas de honrosa y ejemplar civilidad, en pos de la paz, el orden, el apoyo a la imperfecta y valiente acción del Gobierno y -claro- por un poco de gasolina.

Aquel incendio se apagó hace 7 días junto a las familias que devastó. Sus brasas y humo tardaron más de un día en llegar a la luna, que también se encendió de rabia. Desde entonces, quedó un muro de fuego mental dividiendo al país en dos bandos; cada uno en guardia, cerrado a la posibilidad de entender que el otro busca exactamente lo mismo: un alto total a tan asquerosa delincuencia, a tan vulgar porquería petrolera; a tan inmunda manera de llevar casi 90 años sufriendo una política sin alma que todo -siempre- lo ha huachicoleado, vejado, violado y exprimido hasta dejarlo sin respirar, sin poder ver que allá afuera el sol sale para todos.

En ambos lados de ese muro de intolerancia, banderas blancas exigen un país que funcione con dignidad justicia y oportunidad; un lugar donde la ley tenga vigencia, aplicabilidad y mucho...

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