Carlos Vázquez Segura / Ver, soñar y empujar

AutorCarlos Vázquez Segura

El hombre común se alimenta, cuando mejor, de satisfacciones y retribuciones. Los soñadores, en cambio, se nutren de lo que no pueden tocar; se sirven plato lleno, en la mesa de lo que aún no ha sucedido, pero es urgente. Son maestros de la automotivación sustentable y voceros del bien común. Lo mejor de todo es que se recargan "las pilas" de energía en la fotosíntesis inspiracional que ellos mismos realizan con la luz que les llega desde la esperanza acumulada de todos aquellos cuyos derechos defienden.

No es fácil, ni negocio, ser soñador, idealista o abanderado de alguna utopía inverosímil. Jamás ha dejado dividendos reconocer y señalar algún camino por el que los hechos podrían parecerse más a lo justo. Por el contrario, el rechazo y la incomprensión es lo que casi siempre aguarda a los que construyen quimeras de equidad e inclusión.

No es fácil ir en sentido opuesto a la corriente que adula al poderoso, a pesar de que abuse, mal use o pisotee. Nada sencillo es decir la verdad y señalar tanto a la mentira y al desfalco, como al mentiroso y al ladrón.

Los idealistas saben que quizá nunca verán el fruto de lo que promueven en el anuncio espectacular que es su vida; pero, ni así dejan de señalar al horizonte -con todo el brazo extendido- en la dirección exacta por la que deberíamos avanzar como individuos y como humanidad, hasta llegar a ese lugar de justicia real y equitativa dignidad, donde también habrá alguien apuntando al núcleo de nuestros valores, con todo el brazo extendido.

Aunque nadie cree lo que ellos saben que es alcanzable en cuestión de equidad y derechos, y a pesar del veneno que el realismo utilitario siembra en la aspiración de las mayorías; los soñadores fundamentan sus acciones y palabras en la firmeza de la tierra que ven con toda claridad frente al barco que los demás tripulantes se empeñan en hacer naufragar.

Los soñadores son visionarios de la evolución social y de la aplicación del derecho; faros de niebla para el espíritu humano que se ahoga en el humo de su propio vicio e incendio; locos, a los ojos de las mentes de paradigma anémico; prospecto de suicidas ante la pobreza interpretativa de quienes llevan muerta la fe en sí mismos.

De todos los quehaceres que entretejen a la sociedad, el de los soñadores...

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