Tolvanera/ El cielo se está nublando...

AutorRoberto Zamarripa

CHICAGO.- Quienes conocen personalmente y por años a Francisco Labastida admiten que es un hombre de arrebatos. Y advierten que si Ernesto Zedillo ha sido considerado por algunos de sus cercanos colaboradores como un hombre irascible y de cuidado, a la hora de los regaños Labastida no es menos que eso.

Damnificados del primer círculo zedillista saben que el Presidente es un hombre de resultados. Cuando éstos no cuadran con las previsiones, cuando las cuentas fallan, cuando la realidad traiciona a los dígitos, Zedillo es capaz de muchas cosas. Tanto que -por su dureza- puede enviar a sus mejores amigos a colaborar con sus principales enemigos. Ahí está Fausto Alzati, el efímero Secretario de Educación, ahora hombre clave en la materia gris que nutre la campaña de Vicente Fox. Alzati no sólo tiene una activa vida política promoviendo en cuanto puede y como puede la campaña del ex Gobernador de Guanajuato, sino que aporta los consejos de cómo reacciona el zedillismo. Para que el archivo apriete tiene que ser del mismo software. Por ejemplo, Alzati durante los simulacros de debate que tuvo Fox antes del encuentro televisivo de la última semana de abril, hizo las veces de Francisco Labastida. En la escenificación, Alzati-Labastida reclamaba a Vicente aquello de los apodos y de las mofas en contra de su estatura. Se trataba de calar a Vicente, de probarlo, de provocarlo. Y el resultado fue exitoso.

Labastida, a la hora del debate televisivo, justo hizo lo que Alzati ensayó. Quiso decirle a Fox que en su cara, en ese momento, le repitiera los epítetos, pero lo hizo con tal falta de énfasis que pareció un patiño que levanta el chiste del actor principal. Casi, casi, una actitud de despecho: "Vicente, antes me pegabas y ahora que estamos en el debate me desprecias. Pégame", o algo así.

Ahí tocó fondo la estrategia del "PRI New Age" y fue considerada como una de las peores recomendaciones de los asesores de la imagen del candidato.

Todo parece indicar que la combinación de la irascibilidad de un Francisco Labastida dócil ante las intrigas y la falta de resultados de la campaña y la derrota en el debate, provocaron el golpe seco en la mesa. Al asumir declarativamente la conducción de la campaña presidencial y remover las piezas en el tablero de la campaña priísta, Labastida no tiene escapatoria. Su suerte está echada a una decisión personal y no a una ruta política colectiva. Ha dicho, en los hechos, que no confía en sus colaboradores y ha provocado...

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