La ciudad de la plata

AutorIvett Rangel

Enviada

KUTNÁ HORA, República Checa.- Para comprobar la riqueza de este atractivo país, basta con dirigir la mirada a una ciudad atrapada en el medievo, justo en la región central de Bohemia.

Entre los siglos 13 y 15, Kutná Hora vivió su época de oro, o mejor dicho de plata, pues gracias a la abundancia de este mineral en sus entrañas, se levantó un sitio como pocos.

Actualmente, las minas ya están agotadas, pero como testimonio quedaron magníficas joyas urbanísticas del gótico y del barroco que apenas caben en la lente de la cámara: dos catedrales, varias iglesias, un convento y casas patricias.

A simple vista, se percibe cómo su poder económico era inversamente proporcional al tamaño de la ciudad, ahora de 21 mil habitantes.

Además de explotarse plata, en Kutná Hora se acuñaban monedas, el comercio florecía y hasta el rey checo, Wenceslao IV, decidió tener aquí una de sus residencias. Y gracias a las reminiscencias de la Edad Media, en 1995 la UNESCO la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad.

A LA PATRONA DE LOS MINEROS

Toda visita inicia en la Catedral de Santa Bárbara, fácilmente identificable por sus múltiples torres en el techado.

Tiene cinco naves, aunque se dice que el diseño original tenía 10.

Su construcción inició en 1380 por iniciativa de los habitantes ricos de Kutná Hora (quienes patrocinaron la obra) para competir con la Catedral de San Vito de Praga y con el cercano monasterio de Sed-lec, en cuyo cementerio se localiza el osario. Sin embargo, por su valor artístico se le llegó a comparar hasta con la de Viena.

Al recorrer el interior llaman la atención los vitrales y los frescos que cuentan la vida secular y laboral de los mineros, la sencilla belleza del techo y los tallados en las bancas de madera; todo es original, ha logrado conservarse desde el siglo 15.

Todavía mejor, se puede admirar desde las alturas, sólo hay que subir 87 escalones para tener una espectacular vista por encima del coro y el órgano.

Ahí, una puerta conduce al balcón frontal de la catedral, desde donde se aprecia la belleza arquitectónica y natural de la ciudad.

Al salir del templo por un costado, el camino nace por sí solo. No hay necesidad de leer el mapa. A unos cuantos pasos está el Puente Carlos de Kutná Hora (sí, una especie de homenaje al que se localiza en Praga).

Sin embargo, antes de andarlo, una diminuta cabina de madera obliga a detenerse por completo. Ahí, al pagar una copa o una botella de vino, se puede acceder al único viñedo...

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