Claudia Marín/ ¿Contagiado yo?

AutorClaudia Marín

"Cuatro millones de mexicanos se verán afectados este invierno por la enfermedad del siglo", anunció la Secretaría de Salubridad y Asistencia Pública. Mencionó que esta enfermedad del siglo es la enfermedad infecciosa más frecuente en el mundo, y una de las diez principales causas de muerte en los países de zona templada. Se estima que unas 50 mil personas han muerto en los últimos veinte años durante las epidemias de esta peculiar enfermedad.

Me extraña que la Secretaría de Salubridad no haya detectado todavía una vacuna para atacar este virus mortal que cruza las fronteras de los países y las puertas de las casas con extrema rapidez. Se han despistado un poco porque los síntomas campean por doquier: insatisfacción, suicidios, hastío, aburrimiento, droga, bulimia, anorexia, desaliento...

Desde hace tiempo la televisión, los periódicos y las revistas han colaborado para transmitir el contagio. Se han dedicado, con lupa y microscopio, a la caza de lo negativo, del escándalo, de la corrupción, de las guerras.

Parece que el mejor remedio contra las náuseas que todo esto provoca será no comprar el periódico o apagar la televisión. No sé bien cómo lo hacen, pero le quitan a cualquiera las ganas de sonreír, hasta de vivir.

¿Cuándo podremos respirar un poco de aire puro? Si seguimos así, pronto los niños se lo pensarán dos veces antes de venir al mundo. ¿Inventarán una vacuna contra el pesimismo? Tendríamos que pasar todos por urgencias para que nos inyectaran ganas de vivir. Además, se pondrían a la venta en las farmacias nuevos productos: "¡Compre sus píldoras contra el suicidio, adquiera usted las mejores pastillas contra la falta de ganas de vivir!", con una nota que diría: "De venta en todas las farmacias, su venta no requiere receta médica".

¿Qué ves aquí?, le preguntas a un pesimista, mostrándole una gran sábana blanca con un puntito negro casi imperceptible. ¡Un punto negro!, te contesta. ¡Vaya, otro contagiado!

Podríamos organizar una excursión por todo el mundo, e invitar a los contagiados para ver si se curan.

En el itinerario se podrían incluir visitas a todas las familias unidas, donde impera la ley del amor y de la comprensión, donde los hijos son el mejor regalo divino. No vendría mal un...

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