El color del coraje

AutorAlejandro Alvarado

La calle se convirtió en su museo, las paredes en su lienzo y el graffiti en su lenguaje para criticar y sanar depresiones. Fue pandillero del barrio bravo de Las Juntas, pasó de ser una graffitero perseguido por la Policía a un artista reconocido internacionalmente.

Alejandro Martínez es El Peque, graffitero de 37 años de edad que ha pintado murales en México, Nueva Zelanda, EU y Australia, donde actualmente está afincado con su esposa y dos hijas, y trabaja profesionalmente en lo suyo, la creación de atmósferas y la explosión de colores.

Está de visita en donde empezó todo, en una casa abandonada y sin luz. Tras la puerta principal, se cruza la sala y se encuentra un retrato familiar con su padre de sombrero ranchero; después del comedor se llega a su taller, aún vigilado por personajes trazados y con las latas de aerosol como armas de expresión.

El Peque hace memoria. No tenía ni seis años de edad cuando inspirado por su hermano Víctor Manuel, empezó a dibujar.

Su padre surtía de leche bronca a los vecinos y su madre se hacía cargo de los 13 hijos. Alejandro fue el último, por eso lo apodaron El Peque, y así firmó siempre, desde la secundaria, cuando llegó a sus manos la primera lata de aerosol.

"Empecé a salir y rayar, poner firmitas, pero a mí siempre me gustó más el dibujo, fue una forma de sacar las cosas que uno trae desde niño. Yo creo que rayar es sacar ese coraje que puedes traer, esa depresión. Empecé a rayar, quería que esa línea explotara y llenarla de color", expresa.

Sus murales plantean realidades, como aquellos en los que aparecieron niños inhalando thinner o cholos armados. También evoca la cotidianidad, pinta a los abuelos y los trabajadores con máscara de luchadores para hablar de la batalla cotidiana.

El Peque fue parte de las primeras generaciones de graffiteros en la Ciudad. Entonces eran perseguidos, golpeados y humillados por la Policía, por eso había que correr en los momentos adecuados.

"'¡Pinche cholo de barrio!, eres un pendejo, aquí no hay nada bueno, pintas puras cochinadas', nos decían", recuerda el artista callejero, quien esconde la mirada con la visera de su gorra, usa pantalón y playera holgada.

"Algo a mí me decía que había que demostrarles que eso que la gente tachó como...

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