Coordenadas / Por qué hay 'tiempos oficiales' en radio y TV

AutorEnrique Quintana

¿Por qué la radio y la televisión tienen un impuesto que pagan en especie, otorgando tiempo al Estado?

¿Por qué no sucede lo mismo con otras actividades que también se encuentran concesionadas?

La historia de esta singular tributación fue contada por Antonio Ortiz Mena en su libro sobre el "desarrollo estabilizador".

Tras los acontecimientos de 1968, el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien no se sintió respaldado por los medios electrónicos, pretendió la imposición de un impuesto de 25 por ciento a los ingresos brutos de la radio y la televisión.

La propuesta se incluyó en el proyecto de la Ley de Ingresos para 1969 que Hacienda envió al Congreso.

Desde que se diseñó el impuesto, de acuerdo con su propio autor, Ortiz Mena, la idea era negociar para cobrarlo en especie.

De las negociaciones que el Gobierno sostuvo, principalmente con Televicentro, instruyó a que la empresa produjera sus propios noticieros en lugar de comprarlos a los periódicos, que eran menos controlables.

De hecho, Díaz Ordaz "sugirió" que el encargado del proyecto en Televicentro fuera Miguel Alemán Velasco.

La negociación concluyó que los concesionarios de la radio y la televisión pagaran un impuesto "por servicios prestados por empresas que funcionen al amparo de concesiones federales para el uso de bienes del dominio directo de la Nación, cuando la actividad del concesionario esté declarada expresamente de interés público por la ley".

Más allá del galimatías jurídico, lo que había en el fondo era la determinación del Gobierno de Díaz Ordaz de que si los empresarios de la radio y la televisión podían hacer negocios por las concesiones que les había regalado, tenían que servirlo.

El resultado fue el previsto por Ortiz Mena: el derecho, por parte del Estado, a usar hasta 12.5 por ciento del tiempo de transmisión, es decir, 7.5 minutos de cada hora.

En términos del volumen total diario, esto significaba hasta 180 minutos al día.

La práctica regular condujo a que -por muchos años- los concesionarios decidieran la programación del tiempo oficial en función de su propio interés. Así, por ejemplo, había horarios en los que virtualmente no había publicidad oficial, y otros -como las madrugadas- en los que se programaba casi todo el material entregado por el Gobierno.

Las concesiones se siguieron otorgando de modo completamente discrecional, usualmente, en función de la cercanía de los solicitantes con los funcionarios en turno.

Este marco regulatorio permaneció vigente hasta el...

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