Daniela Sánchez / Faldas y argumentos

AutorDaniela Sánchez

Tremenda dicotomía perceptiva la que surge al comparar una Institución Académica de corte conservador legionario como el Alpes San Javier y una institución un poco más liberal, al representativo estilo jesuita, el ITESO. Sentarse en el taburete de espectador dentro de las aulas de estas dos mencionadas es colosal experiencia. Aplaudo de pie la paciencia que me otorgó el Alpes; una tras otra vez me "perdonaron" mis faltas. No me quedé con las ganas de levantar la mano durante la clase de "Moral" y preguntar acerca de Marcial Maciel, no escatimé en el cuestionamiento y la crítica al tradicional sistema. Les hablé de aborto, homosexualidad, empoderamiento de la mujer. Cuestioné, entre risas, debo admitir, aquel video que sugería que Harry Potter era "del diablo". El peor promedio de mi generación tuve y, a su irrisoria vez, la mejor alumna de algunas materias fui.

Mis buenas discusiones tuve con las profesoras, autoridades académicas y disciplinarias. Aquella vez que, para justificar que había copiado descaradamente en un examen extraordinario, pedí que se tomaran en cuenta las nuevas tendencias educativas, en las que lo importante no es conocer la información, si no las fuentes legítimas. Yo había acudido al salón de físico matemático con examen de Física en mano, a pedirles las respuestas, vaya fuente "legítima".

Canas verdes les saqué y me sacaron, pero entre tanto disparate nunca dejé de participar en concursos de oratoria y debate, más de algún premio les dejé y más de una enseñanza les saqué; fútbol, actuación, participación social, el buen recuerdo de mis profesoras que con todo y la continua revisión de su docencia vía iPad, aún me reciben con un gran abrazo. Finalmente, la rebeldía y la crítica de una adolescente inmadura (le)s fue un reto insuperable, la discusión se tornó personal y a tan sólo dos meses de terminar la preparatoria, me expulsaron. Fueron semanas difíciles, de mucha reflexión y, por primera vez, después de haberlo cuestionado todo, debía cuestionarme a mí.

Se asimila a lo ficticio la dualidad ideológica y cultural de Guadalajara, ciudad de valores tradicionalistas y familias de alcurnia, pero, al mismo tiempo, de arte, tecnología y movimientos sociales que trazan las pautas nacionales. Nunca me fue tan evidente la división ideológica tapatía como cuando entré a la universidad. A mi padre le debo lo que a continuación narro...

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