David Gómez-Álvarez / El costo político del alza tarifaria

AutorDavid Gómez-Álvarez

Pocas decisiones son tan impopulares como cobrar impuestos o subir la tarifa de los servicios públicos. Por eso todos los políticos evaden a toda costa estas costosas decisiones. Es el caso de la tarifa del transporte público que, tras siete años congelada en 7 pesos, subió en 37 por ciento hasta los 9 pesos con 50 centavos. La explicación de esta drástica alza no sólo radica en la errática política de transporte, sino en la irresponsable política electoral.

La última alza a la tarifa del transporte público fue en 2012, cuando el Gobernador entrante del PRI, Aristóteles Sandoval, pactó con el Gobernador saliente del PAN, Emilio González, para que el último Gobernador panista subiera la tarifa. El costo político de la decisión lo asumió el Gobernador saliente, que ya nada tenía que perder pero que tampoco mejoró nada. Durante los seis años del gobierno de Aristóteles no se incrementó el pasaje por miedo a perder votos, a pesar de que perdió todas las elecciones. Cuando parecía que se repetiría la historia, ya con Enrique Alfaro como Gobernador entrante, Aristóteles como Gobernador saliente no aceptó asumir el costo político de subir la tarifa, aunque ya lo había perdido todo como su antecesor. Acaso fue porque el propio Alfaro, como Alcalde de Guadalajara, impidió el alza tarifaria por las mismas razones electorales que ahora le pasan factura como Gobernador.

Durante estos casi siete años sin ajuste a la tarifa, lo cierto es que ninguna empresa o dueño de camión ha regresado su concesión. Esto significa que el transporte sigue siendo negocio, aunque los transportistas digan lo contrario. Pero también es cierto que muy pocas rutas han podido cumplir con la norma técnica de calidad, en parte por negligentes pero también porque el negocio es cada vez menos redituable. En buena medida porque los insumos y combustibles para el transporte han subido en más de un 50 por ciento. El estrecho margen de maniobra también ha alcanzado a las empresas públicas. El Tren Eléctrico que, por ejemplo, había operado con finanzas sanas, ya está en números rojos; la empresa de Servicios y Transportes está prácticamente en quiebra con una deuda impagable; ya no digamos el extinto Sistecozome, un barril sin fondo cuya memoria es un...

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