David Gómez-Álvarez / No hay marcha atrás

AutorDavid Gómez-Álvarez

Nadie tiene el monopolio legítimo de las marchas. Tampoco existe una lista de temas en torno a los cuales se tiene derecho a protestar. Toda marcha, por más minúscula que sea, refleja la inconformidad de un grupo social. Todos los asuntos, aun los más exacerbados, son válidos de enarbolar siempre y cuando no atenten contra los derechos de terceros. En este contexto se debe entender la marcha del domingo, que no es más que una expresión legítima de un segmento de la sociedad que está inconforme con la forma de gobernar del Presidente López Obrador.

También es cierto que criticar la marcha es un derecho de los no marchistas. En ese sentido, la llamada "marcha fifí" tuvo muchos errores elementales que resultaron contraproducentes. Lo primero fue que se trató de una marcha mal organizada, sin organizadores visibles. Quienes asistieron cuentan que fue un tanto caótica, precisamente porque no había una mínima coordinación. Su mayor virtud -que fue una marcha relativamente orgánica y espontánea- se convirtió en su mayor obstáculo: que no tuvo rumbo ni propósito. Lo segundo es que una marcha que pretendía ser apartidista terminó partidizándose por el oportunismo de los ex Presidentes Fox y Calderón. Lo tercero es que se convocó a una marcha en silencio que cerró de forma un tanto estridente con consignas y coros. Lo cuarto es que se trató de una marcha sin un objetivo claro que mandó una serie de mensajes dispersos y hasta contradictorios.

Pedir la renuncia del Presidente recién electo con más de la mitad de los votos y con una altísima popularidad es un despropósito que sólo contribuyó a la confusión. Desde luego que toda pancarta es válida, pues es un derecho que cada ciudadano tiene, pero algunos disparates fuera de lugar no abonaron. El eslogan #RenunciaAMLO contrarrestó al de #AsíNoAMLO, dividiendo opiniones entre los propios marchistas. Paradójicamente, la evidente descoordinación no es sino reflejo de la diversidad de quienes marcharon, a pesar de que fueron tan pocos.

La respuesta del Presidente, no obstante, fue sorprendentemente ecuánime: se pronunció respetuoso de las marchas en su contra, aunque no reconoció ningún reclamo. Escuchó, pero no concedió, lo cual está en todo su derecho. El enorme capital político de López Obrador le basta...

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