EN EL DEBATE / Capricho o derecho

Luis Martínez Guzmán

Los "matrimonios" entre personas homosexuales en el Distrito Federal fueron un .3% de los matrimonios en el 2013. En el 2010 un .18%. Para esa "representativa" cifra movilizaron a toda la asamblea legislativa del DF en el 2005 para la Ley de Sociedades de Convivencia, durante el 2009 para lograr el matrimonio y durante el 2010 a la Suprema Corte. Si los legisladores invirtieron solo 1 mes de trabajo real en ello, el costo fue de 116 millones en el 2005 y 124 millones en el 2009. Si a esto le sumamos 622 millones, un mes del Pleno de la Suprema Corte, sin tomar en cuenta las "maiceadas", los pagos a medios, las camisetas, lonas, flyers, promoción en redes, etcétera, el "matrimonio" wannabe de unas cuantas personas nos costó casi mil millones de pesos.

Al mismo tiempo, en el 2006, mientras los pocos homosexuales que manipulan a la gran mayoría festejaban la Ley de Sociedades de Convivencia -que luego despreciaron porque el capricho era ahora matrimonio-, aumentaban en el país las 51.8 millones de personas en situación de pobreza, sin vivienda, agua potable, alimentación, seguridad social, salud, servicios básicos, educación. Mientras en marzo del 2010 ellos festejaban que ahora se llamaba matrimonio, burlándose y faltando al respeto, enseñando sus partes a los menores de edad que transitaban por Reforma, en México sufrían más de 11.5 millones de mexicanos en pobreza extrema.

Para reconocerles derechos a las personas con atracción al mismo sexo, a quienes extendemos nuestra amistad, cariño y total respeto, no necesitan que sus uniones sean llamadas matrimonio; tampoco es discriminatorio legislar diferente para realidades diferentes; el Código Civil ya distingue esposa de concubina, y no es discriminatorio, porque de llamarse igual automáticamente sería legal la poligamia. Otro ejemplo: la sentencia Schalk y Kopf vs. Austria, del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ya estableció que los Estados no están obligados a reconocer como matrimonio estas uniones. No es progreso.

Esta faramalla no se trata de derechos. Cuando una persona, en cualquier grupo social, quiere algo y luego no lo quiere, y gasta lo que se tenga que gastar para conseguir su nueva exigencia, aunque los demás del grupo se "frieguen", se llama injusticia, capricho. Pero también a quien les sigue el juego se les llama faltos de... conocimiento.

Los derechos de esos 11.5 millones de mexicanos que viven en pobreza extrema, esos ¡sí son derechos! Lo que existe...

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