EN EL DEBATE / Imaginación y soledad

Carlos Petersen Farah

Dicen sus biógrafos que Luis Barragán nació en Guadalajara, en una familia que tenía tierras por el rumbo de Mazamitla, al otro lado de Chapala; la familia cruzó muchas veces la laguna en una trajinera y subió a la sierra en caballo. Dice Barragán que de los recuerdos de ese mundo de paredes blanqueadas con cal, de huertas y patios, de acequias donde corre el agua, nace su trabajo.

También dicen que estudió en la Escuela Libre de Ingenieros. De allí nació su amistad y admiración por Ignacio Díaz Morales, Pedro Castellanos y Rafael Urzúa. Allí nació la Escuela Tapatía de Arquitectura. Dicen que viajó a Europa en 1925 y que allá conoció a Ferdinand Bac, un jardinista, arquitecto y autor del libro Los Jardines Encantados. Este libro significó, a decir de Díaz Morales, una epifanía, una revelación: marcó el camino de una nueva arquitectura.

Sabemos que en 1936 buscó nuevos horizontes en la Ciudad de México. Dejó en Guadalajara su obra de juventud: dispareja, deslumbrante, poco entendida y mal conservada. Sobresale la casa que en 1929 -Barragán tenía 27 años- hace para su amigo Efraín González Luna. En esta casa encontramos las preguntas que perseguirán a Barragán a lo largo de su vida: ¿Las azoteas son terrazas? ¿Cómo resolvemos la tensión entre el exterior y el interior? ¿La luz define los espacios? ¿Qué papel juega el agua, cuál el color, el silencio? ¿Cómo proteger la intimidad de la familia? ¿Se puede hacer arquitectura con los materiales que aquí tenemos, con la mano de obra artesanal? ¿Cómo aprovechamos nuestro clima y nuestro cielo? ¿Y las plantas?

Y los libros. Casas que parecen pretextos para tener una biblioteca. Barragán, un lector activo, anotó, subrayó, tachó, arrancó hojas para demostrar su desacuerdo; encartó papeles, notas, recuerdos. La Tumba Sin Sosiego, de Cyril Connolly, da muestra de ello: lápiz en mano, otra vez colores, una más con pluma, luego con marcadores, rojo, verdes azules. Destaca la palabra soledad. Y una pésima ortografía.

José Vasconcelos como Secretario de Educación Pública lanzó su proyecto cultural para inventar el México que ahora conocemos. Algunos artistas, algunos arquitectos, buscaron en el pasado prehispánico la inspiración para sus obras; otros encontraron en las tradiciones virreinales ejemplos a seguir; unos más se deslumbraron por las obras pioneras del movimiento moderno. Barragán logró una poderosa síntesis entre estas herencias y las solicitudes del tiempo actual. Su...

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