Denise Dresser / Democracia autoritaria

AutorDenise Dresser

Pensamos a fines del siglo pasado que el cambio ocurriría. Que la transformación histórica de México tendría lugar. Bastaba con sacar al PRI de Los Pinos, creíamos. Bastaba desterrar a los malosos y reemplazarlos, decíamos. Nos equivocamos. Como escribe Lorenzo Meyer en su nuevo libro Democracia autoritaria, sí ha habido cambios pero por debajo de lo posible y de lo necesario. A pesar de nuestras esperanzas y la lucha de tantos, la transformación de las estructuras de poder en el país no cristalizó. Hoy vivimos en un sistema híbrido, mixto, contradictorio. El arraigado autoritarismo priista ha sido remplazado por dos tradiciones distintas y en contienda permanente: el autoritarismo y la democracia.

Y las razones siguen siendo las mismas de siempre. Los intereses creados. Las inercias longevas. La cultura política dominada por fuertes rasgos conservadores. Un Presidente -Vicente Fox- que asaltó el palacio, pero al llegar simplemente se apoltronó allí. Con la transición electoral del año 2000 se presentó una rara oportunidad para deshacernos de esos lastres, pacífica y democráticamente. Una rara oportunidad para crear la justicia formal, impulsar el desarrollo social, acelerar el desarrollo económico exiguo, remodelar las instituciones vetustas. El PRI parecía -en ese momento- un partido fuera de época. Con poco futuro. Pero en el 2012 y con apenas el 38.15% de los votos retomó el poder por la vía electoral. Y a pesar de que el grupo priista que se alzó con el triunfo lo encabezó un político joven, las biografías de sus acompañantes predicen que la idea de un "nuevo PRI" carezca de contenido.

Vicente Fox y Felipe Calderón son responsables de no haber cumplido la esencia de su responsabilidad histórica. Poner punto final a las prácticas autoritarias. Dar cara al antiguo sistema con su historia de ilegalidad, abuso y corrupción. Movilizar a la sociedad para profundizar una democratización que apenas iniciaba. Y la izquierda carga también con culpa porque se dividió y no supo cómo ser un contrapeso eficaz. No supo cómo ser una oposición creativa y audaz. En ese entorno los poderes fácticos florecieron, las "criaturas del Estado" crecieron, los oligarcas se enriquecieron, la transición se empantanó.

Meyer cita a Maurice Duverger, quien sentencia algo que parece una maldición pero explica por qué el PRI sigue comportándose como se comporta, a pesar de su retórica reformista: "Del mismo modo que los hombres conservan durante toda su vida las...

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