Denise Dresser / El Gran Distractor

AutorDenise Dresser

Para alguien que se jacta de cuán bien va el país y cuán felices somos todos bajo su liderazgo, López Obrador ha resultado ser un Presidente perturbado. Demasiado suspicaz, frecuentemente histriónico, presa de una peculiar paranoia que Elías Canetti describía como enfermedad del poder. Un hombre que se fogueó en la persecución política del desafuero ahora exhibe sus cicatrices. AMLO, habitante de un mundo conspiratorio donde los villanos triunfan y los héroes terminan asesinados o removidos del poder o víctimas de un golpe de Estado. AMLO, presa de un delirio de grandeza que lo hace compararse con Jesucristo o Francisco I. Madero e imaginar que conjurará enemigos de la misma talla, obsesionados en acabar con él como lo hicieron con ellos. AMLO imaginándose tan transformador como el hijo de Dios y anunciándonos que morirá así, en la cruz, moralizando a México.

Qué osadía de la prensa cuestionar la palabra del hijo de Dios. Qué enjundia de la sociedad civil exigirle cuentas al heredero de Juárez. Qué traición a la Patria confrontar a quien es la reencarnación de sus figuras fundacionales. Para un Presidente que se atribuye cualidades míticas no puede o no debe existir la crítica razonada o el periodismo inquisitivo o la oposición legítima o la deliberación pública y contestataria que caracteriza a todo régimen democrático. Hasta el menor asomo de resistencia es interpretado como una herejía; hasta la pregunta más predecible en la mañanera se vuelve un atentado contra el Estado mismo. Cuestionar a la Cuarta Transformación es tan impío como quemar la bandera o pisotear la efigie de la Virgen de Guadalupe o tomar el nombre de Dios en vano. Ante López Obrador no se vale dudar; es necesario persignarse. A AMLO no se le puede exigir; es necesario arrodillarse.

Comprensible entonces el estilo paranoide que permea su forma de hacer política. Un Presidente que se percibe a sí mismo como totalmente trascendental piensa que inevitablemente los franquistas o los pinochetistas o los huertistas o los hitlerianos tratarán de frenarlo. Su grandilocuencia lo llevará a urdir una amenazante y peligrosa resistencia. Inventará huestes y cabalgatas y motines y polvorines y estampidas de conservadores empeñadas en quitarlo del pedestal sobre el cual él mismo se ha colocado. Agitará la...

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