Despacho de Negocios / El civismo en México II

AutorAlejandro Delgado Ayala

Continuando mi colaboración de la semana pasada, comparto la parte final del texto de mi abuela, Maria Luisa Ayala (q.e.p.d.), que data de 1950. Tan profundo y actual que nos invita a analizar cuán rezagados estamos.

"Si se hubiera seguido una política sensata se hubiera consolidado la unión de los mexicanos sin mayores dificultades a raíz de la Independencia, ya que los principales caudillos que la realizaron estaban acordes en la necesidad de proclamar la religión católica como el lazo fundamental entre los mexicanos. Este lazo hubiera fortalecido nuestra incipiente nacionalidad.

"Por desgracia, muchos de nuestros gobernantes, influidos por el Liberalismo se declararon enemigos, si no de la religión, de la Iglesia católica y de su clero y la combatieron con encono. Esta enemistad fue hábilmente alentada por algunos extranjeros, principalmente los norteamericanos que pretendían nulificar a los españoles e impedir cualquier predominio europeo en México, y que encontraron un nuestros políticos instrumentos dóciles o ciegos que se dejaron manejar a su antojo. Y así, la religión, que hasta entonces había constituido el cimiento sobre el cual debía construirse la nueva nación, se convirtió en causa de luchas fratricidas que han ensangrentado nuestra Patria a lo largo de toda su historia. Hemos visto a varios gobernantes empeñados en desarraigar del corazón de los mexicanos, la religión, sin más derecho que el que les da el poder, sacrificando sin escrúpulos miles de vidas con un fanatismo mil veces peor que el que dicen combatir.

"Una bandera que se maneja para fomentar la desunión es la del indigenismo. Se exalta todo lo que sea de procedencia indígena y se demerita lo hispano creando rivalidades y odios, dividiendo en bandos a los mexicanos y promoviendo la discordia.

"Otro de los grandes males que nos aquejan y que impiden el civismo es la falacia; vivimos en la mentira. Algunas veces por ignorancia, otras por conveniencia y otras por ser la verdad profundamente dolorosa deformamos nuestra historia y nuestra realidad a tal punto que difícilmente identificamos lo que nos relatan los libros o lo que proclaman nuestros gobernantes con los acontecimientos diarios y el mundo que nos rodea. Una cosa es lo que se predica y otra la que se practica; se nos hacen promesas que nunca se cumplen; a los bandidos se les glorifica, se hacen héroes de hombres sin méritos y a los verdaderos héroes se les desacredita o se les olvida. Esto trae como...

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