El destino de las maravillas

AutorManuel Meyer

WINDHOEK, Namibia.- El vistazo en el espejo retrovisor duele: por última vez, la mirada cae al mar de gigantescas dunas. Muchas miden 200 metros de altura, pero una de ellas: la "Big Daddy", con 350 metros, incluso es más alta que la Torre Eiffel.

Sin duda, el parque nacional de Namib-Naukluft, en el desierto de Namibia, es uno de los lugares más impresionantes de este país.

Las dunas de arena se extienden hasta el horizonte y resplandecen con colores que van del naranja al rojo vivo. Cuanto más antigua es la arena, tanto más rojo es el color.

Una y otra vez, el blanco de los salares con sus acacias abrasadas interrumpe el juego de colores en la región de Sossusvlei. Uno quisiera pasar semanas enteras aquí. No obstante, Namibia tiene muchas más cosas que ofrecer.

En el sur atrae al turista la antigua zona de extracción de diamantes, la ciudad colonial alemana de Lüderitz y el cañón Fish River, que presume ser el segundo más grande del mundo. En el este, la fauna del desierto del Kalahari.

A diferencia de otros países africanos, en Namibia es posible explorar la naturaleza salvaje, sin problema y por cuenta propia, a bordo de un coche de alquiler. Sólo es cuestión de viajar constantemente y parar en los sitios que así lo ameritan.

Lo mejor es rentar una camioneta con tracción en las cuatro ruedas y que incluya en el toldo un equipo desarmable para acampar. Pero hay que tomar en cuenta que en Namibia está prohibido acampar libremente, ya que podría ser peligroso debido a la presencia de animales salvajes. No obstante, el viajero puede combinar campamentos en los que se avistan elefantes bañándose y alojamientos de safari más lujosos.

Namibia es un país seguro con una buena infraestructura. Incluso la carretera sin asfaltar entre Sossusvlei y Walvis Bay, en el norte del país, está muy bien trazada.

Al borde de la misma aparecen avestruces y antílopes órices. Lo que más impresiona es la vastedad del paisaje y la soledad. Se ven con mayor frecuencia cebras y jabalíes que pueblos u otros coches.

En Walvis Bay, el paisaje lunar surrealista y desértico termina abruptamente en el Atlántico azul. Miles de flamencos lo convierten en un mar de color rosa.

Una auténtica descarga de adrenalina se vive en otra excursión a las dunas de la Reserva Natural Sandwich Harbor, al sur de Walvis Bay. Aquí, las dunas caen verticalmente al Atlántico desde una altura de hasta 80 metros. Pocos kilómetros más al norte, la aventura en las dunas frente a las puertas de...

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