Edgar Gutiérrez / El reto de la democracia en Guatemala

AutorEdgar Gutiérrez

¿Se puede construir la democracia sin demócratas? Tras la etapa más cruenta de la guerra civil, Guatemala abrió una transición democrática con Constitución, un andamiaje institucional básico y gobiernos civiles electos. Fue sin embargo una transición sucia, pues a la par de la legalidad formal coexistía la lucha armada y sus métodos clandestinos contra una guerrilla diezmada, pero activa en la arena internacional. Entonces las violaciones de los derechos humanos no eran masivas, sino selectivas, con el objetivo contrainsurgente de debilitar la inserción de las fuerzas rebeldes en la política local.

Bajo condiciones de sitio político, los demócratas quedaron reducidos a la marginalidad. Dispersos como poder electoral, buscaron refugio en la academia y las ONG, o incursionaron individualmente en los partidos mayoritarios de derechas, de corte empresarial y militar. Algunos intelectuales formados por el viejo líder anti-comunista Mario Sandoval, trataron de abrirse paso desde posiciones centristas modernas, inspirados en la transición española.

Ambas escuelas, desde posiciones de poder real subordinadas, buscaron influir en la redacción de las leyes y en el diseño de una agenda de democratización del estado en los años 80. También contribuyeron a negociar los acuerdos de paz en los 90, y enriquecieron la agenda democrática del país en los últimos cuatro años.

Los límites de la democracia, la paz y el desarrollo en Guatemala, son los de los demócratas que no volvieron conversas a las elites políticas de la oligarquía y la casta militar. Son también los límites de las múltiples formas de incidencia y presión de la comunidad internacional. Las elites se sofisticaron en maneras y lenguaje, pero su cultura de poder es aún inconmovible.

Bajo la sombra de los aparatos militares, los guatemaltecos despertamos a las libertades civiles en el gobierno de Vinicio Cerezo. Y aunque los siguientes tres gobiernos cumplieron las tareas formales de la democracia, los asuntos de fondo continuaron pendientes. Parte del aparato contrainsurgente se dislocó entre mafias corruptas y crimen organizado; las negociaciones de paz no alcanzaron desmantelarlo. El estado quedó secuestrado por las oligarquías, resistentes sistemáticas al pago de impuestos y alérgicos a la existencia de una clase política autónoma.

En esas condiciones no es extraño que después de veinte años de democracia los territorios azotados por la extrema pobreza se hayan duplicado; que la clase...

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